2012/10/03

Pasiones en el trastero


La sensación de separación más o menos traumática por culpa de las circunstancias. Un punto y a parte, un adiós que en su día creyó definitivo.

No fue fácil cerrar la puerta y dejar atrás los buenos momentos, las alegrías, las risas y la intensidad. Los momentos más complejos, a ésos, fue fácil darles carpetazo. Quedó una espina y los buenos recuerdos, los minutos de realidad distorsionada por el tiempo.

Pasaron años y pasiones y otros momentos parecidos al dejar atrás esos otros amores.

Cada una de ellas le dejaba esas imágenes en la retina, en el corazón y alguna que otra herida que se resentía cuando iba a llover o cuando sonaba la canción apropiada.

Cosas de la vida.

Aquellas pasiones quedaban en la trastienda de su memoria, cuidadosamente empaquetadas.

Hacía algunos meses que le rondaba por la cabeza desempolvar una de ellas.

Aquella mañana de domingo se levantó y fue al trastero. Le costó un rato localizar la bolsa. Por fin, la encontró llena de polvo. Sacó un guante, un pasante y, por fin, su espada con la hoja protegida. La desenfundó y reconoció el ruido del acero que se deslizaba contra el plástico.

Agarró el puño anatómico y contempló el brillo de la cazoleta. Olió el metal, aquel perfume salado y frío que le recordaba viejas aventuras. Besó la cazoleta.

Estaban juntos de nuevo. Sonrió.

Salió del trastero empuñando su espada y la bolsa con el resto de su equipación al hombro. Apagó la luz, como si aquellos años no hubieran pasado y se dispusiera a tirar un nuevo asalto, aunque el contrincante, esta vez, fuera su propio destino.

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