2006/07/28

Reflexión a la hora de la siesta en una oficina desierta bajo el efecto de dos vacunas.

Qué fácil podría ser todo. Si quiero A digo A, si quiero B, pido B. Si entendí mal, rectifco, si expliqué mal, aclaro. Si lo que me apetece hacer es C, hago C, y si no quiero hacer D, pues no lo hago. Por qué aguantar a quien no te cae bien o aquien te aburre?
Sin dar vueltas, sin pensar tanto, así y punto. No hay que complicarse. Y las consecuencias, asumirlas. Lo importante es no dejar de hacer por miedo o por lo que dirán, no callar lo que se debe decir.
Qué hay peor que arrepentirse de lo no hecho, lo no dicho? Del quería pero...del tenía que pero...
Y nada de darle vueltas a las cosas, todo directo,un, dos, que se evitan malentendidos.

No debería escribir en estas condiciones, al menos no en público...

La gata trasnocha

La gata trasnocha. La gata se ahueca el pelo, se acicala para pasear por las calles bajo la luna. Se pasea, come algo. Se vuelve a pasear, se sienta a tomar el fresco. La gata se toma una copa con unos amigos y se ríe. Y después de sus aventuras nocturnas, vuelve a casa, desinhibida.
La gata se prepara para ir a dormir. Se acicala, ronronea y se estira, miiiaaauuu, ahora para adelante, ahora para atrás. Ha dejado la tensión abandonada en la calle y se siente relajada. Busca un sitio fresco, el más fresco de la casa, para dormir. Luego mira el cielo estrellado y se enrosca para intentar conciliar el sueño. Pero antes, pone orden a su cabecita algo mareada por una única copa tras una cena ligera. La vergüenza, la timidez y los nervios también se han quedado fuera, en la calle, haciendo compañía a la tensión.
Se despereza y ronronea de nuevo, con el único deseo que mañana su cabeza no sufra las consecuencias de su trasnoche.

2006/07/25

Historias a la carta 1: De gatos y mares

Dió una vuelta en la cama y luego otra. El calor de aquel agosto era el peor que recordaba. Siempre había quien decía haber vivido uno más caluroso, pero Ainoa no recordaba ninguno así desde que su vida estaba a orillas del Mediterráneo. En su infancia, en las playas de su Laredo natal, era distinto: las tardes se cubrían de nubarrones, las noches eran frescas, y el agua del mar fría. Pero de eso hacía mucho tiempo, más de una década.
Desde que vivía en Barcelona las siestas en agosto eran casi imposibles sin sudar, más aún cuando los pensamientos daban vueltas en su cabeza mientras ella se giraba, una y otra vez, entre las sábanas.
En momentos como ese, prefería levantarse, ponerse encima lo más fresco que encontrara y pasear hasta el puerto sobre sus sandalias de plástico. Era un recorrido tranquilo, de poco más de media hora. Solía pasear hasta un espigón y sentarse en unos bancos de piedra a contemplar aquel mar, tan manso para ella, tan distinto de “su mar” , aquél plomizo que, a veces, tanto añoraba. Mientras escuchaba a las gaviotas mezcladas con las voces de la gente que deambulaba por el paseo, se sentía sola y triste. Los treinta le habían caído como una losa, culminando un año poco afortunado, de decepciones, pérdidas y excesos. Mientras repasaba todo aquello que le hacía tan difícil conciliar el sueño un domingo por la tarde, notó algo que rozaba su pierna. Tras el sobresalto, vió a un gato rallado y rollizo que remoloneaba a sus pies. Era uno de tantos gatos callejeros de la zona, de ésos que se buscan la vida como pueden, que comen lo que sea y que se escapan dando saltos de los indeseables que disfrutan quemándoles la cola. Aquél debía saber muy bien cómo sobrevivir dado su cuerpo rechoncho y sus mofletes abultados. Acarició el entrecejo al minino y siguió mirando al horizonte. Pero el gato, no contento con las cuatro carícias que Ainoa le había regalado, se subió al banco de un brico en busca de algún mimo más y algo que comer.
Ainoa no pudo hacer otra cosa que sonreír y acariciarlo de nuevo.
Le recordó a aquél otro, a “Stalin” el gato atigrado de Yulen, el dueño del bar que había en la esquina de su casa en Laredo. Stalin era mofletudo, rechoncho y de largos bigotes. Habían crecido juntos y seguía a Ainoa incluso hasta casa, para el disgusto de su madre.
Fue el confidente de sus más íntimos secretos, el confesor de sus diabluras y el paño de sus lágrimas. No respondía a llamadas y sólo cuando le apetecía se escabullía del bar y seguía a Ainoa. En una ocasión cuando ella tenía catorce años recién cumplidos y el chico de la clase que le gustaba la llamó palillo, la siguió hasta el espigón donde, juntos, contemplaron la puesta de sol. Pasaron horas compartiendo la tragedia. Sólo a la hora de cenar Stalin volvió al bar para que Isa le diera algo de pescado y las sobras de la jornada.
Siguió acariciando al gato callejero mientras pensaba en aquella puesta de sol en Stalin y en los días en Laredo, tan distintos.
A su espalda se oyó un silvido y un -“Bitxu” ven aquí, golfo!, ven con mami-
Y “Bitxu” bajó de un brinco del banco y fue al trote hacia una anciana que sostenía un platiilo de plástico lleno de sobras. A sus pies, otros gatos comían de sendos platillos roídos.
Ainoa se sintió de nuevo sola, de nuevo abandonada por unas sobras, de nuevo triste. Se preguntó si tal vez ella era como aquellos gatos, una superviviente o como la anciana, una alma solitaria que sólo disfrutaba de la compañía de un puñado de felinos. Entre tanto, se hizo de noche y fue hora de volver a casa. Caminó como sonámbula, ensimismada en su situación, en su recién estrenada soltería, en las noches locas de los últimos meses, en la última convención que había organizado. Tal vez fuera el momento de volver a su hogar, a su mar irascible y a las brumas matinales. O tal vez debiera recoger a un gato y cuidarlo, quererlo y acariciarle el entrecejo mientras , juntos, contemplaran la puesta de sol.

(*Esta es la historia en base a las peticiones de Bohemia, Edharris y Trasgu Astur. Hackman, Bruji, las vuestras quedan pendientes ya que me era imposible cuadrarlas con las demás. Os debo un castrati y un muerto respectivamente.)

2006/07/24

Sísifo y las zanjas perversamente keynesianas

Será porque soy de las idiotas que crren en lo qure hacen, de las ingénuas que crren aún en el espíritu de equipo o porque hasta no hace demasiado me tomaba el trabajo con ilusión, lo cierto es que a día de hoy, me siento decepcionada. No es que ahora me entere que las “grandes” compañías lo son precisamente por dejarse el corazón en el power point de bienvenida, no es eso, eso he sabido siempre, pero ahora, tras haber dado lo mejor, tras haberme ilusionado con cada proyecto, aunque me supusiera perder horas de sueño y estrés, al menos, creía en que mi trabajo tenía un objetivo, aunque fuera maquiavélico.
Pero ahora que veo que era como Sísifo, que he sido parte más de un extraño juego keynesiano de hacer zanjas para luego llenarlas con tierra, es en este preciso momento que me planteo si realmente quiero o no ser un peón más en un juego entre niños malcriados, si quiero hacer más zanjas que luego nadie utilizará, si quiero ser un peón y comer a otros peones. Y me da igual si soy un peón, una torre o un álfil, en el fondo, soy una ficha más, aunque las jugadas sean más o menos complejas, soy una ficha más paseando por un tablero. Y si el jugador decide sacrificar precisamente esa ficha, mi ficha? Y si me deja aparcada en la esquina del tablero?
Y mientras, la estupidez humana que llevo dentro, hace que en vez de estar “disfrutando” de la jornada intensiva, esté tecleando esto antes de volver a solucionar marrones antes de las vacaciones.
Eso sí, en cuanto salga, iré a dar un paseo largo entre turistas y obras, bajo el calor de una ciudad pegajosa a ver si recupero la sonrisa, esa que me borran cada mañana cuando entro por la puerta Recursos humanos estarían orgullosos de mí, que intento renacer cada día: “se valorará la capacidad de superar la frustración”, dicen.

2006/07/17

Historia a la carta

Por mucho que intento escribir no puedo. Las ideas se niegan a transformarse en palabras. Me es imposible juntar tres frases decentes o retener las ideas el tiempo suficiente para darles cuerpo en el papel. Tampoco me apetece teclear. Y aunque sé que es cuestión de disciplina, no hay manera. Sólo a estas horas noctámbulas en que hasta cenicienta ha llegado a casa ,consigo poner tres cosas en el diario y con suerte algunas líneas en un post.
Pero hoy me da pereza ponerme a reflexionar, y eso que este fin de semana ha dado para mucho.
Así que haré caso a un amigo y pediré ayuda a quien lea este post para escribir una historia.
Quién ha de ser el protagonista?
Dónde ha de ocurrir?
Un principio?
Un final?
Qué tipo de historia?
Ahora sólo falta que quien pase por aquí quiera jugar. Y cómo? Contestando a tres de las cinco preguntas.

El monasterio de los gatos saltarines


En uno de esos arranques de estrés de “ya no puedo más” solté algo así que me iría a un monasterio en lo alto de una montaña, un lugar en el que nadie me fuera a encontrar. Y como si el destino hubiera tomado nota, me ha ido llevando hacia allí.
Me explico. Este era uno de esos años en que no sabía a dónde ir a desintoxicarme de la rutina en eso que llaman vacaciones. Tras mucho mirar, finalmente el destino ha sido Myanmar. Y sí soy una ignorante qué pasa, porque no me había enterado que Birmania había cambiado de nombre y ahora se llama Myanmar y me tuve que poner a buscar dónde estaba exactamente en el mapa.
Sea como sea, ahora que he navegado por la red y buscado por ahí y comprado la guía, ahora sé que allí hay un monasterio en lo alto de una montaña en el que los monjes se entretienen enseñando a saltar a sus gatos. Estoy por ponerlo como autofirma en el asistente del correo electrónico. Sería algo así: Estaré fuera de la oficina hasta el día X para tal tema contacten con Z y para tal otro con W. Para otros temas pueden contactar conmigo vía paloma mensajera en el monasterio de los gatos saltarines del monte Popa en Myanmar.
Y debajo adjuntaría una foto del sitio.

A todos

* Este fin de semana el amor ha estado presente en la mayoría de conversaciones. He llegado a la conclusión que se va justo de amor. Esta canción de Depeche Mode fue en un tiempo muy especial y define muy bien lo que creo que "ha de ser". Se la dedico a todos los que lo tienen para que lo conserven, a los que lo buscan para que lo encuentren y a los que lo tuvieron porque lo tuvieron y porque, algún día , se vuelva a cruzar en sus vidas.

I want somebody to share
Share the rest of my life
Share my innermost thoughts
Know my intimate details
Someone wholl stand by my side
And give me support
And in return
Shell get my support
She will listen to me
When I want to speak
About the world we live in
And life in general
Though my views may be wrong
They may even be perverted
Shell hear me out
And wont easily be converted
To my way of thinking
In fact shell often disagree
But at the end of it all
She will understand me
Aaaahhhhh....
I want somebody who cares
For me passionately
With every thought and
With every breath
Someone wholl help me see things
In a different light
All the things I detest
I will almost like
I dont want to be tied
To anyones strings
Im carefully trying to steer clear of
Those things
But when Im asleep
I want somebody
Who will put their arms around me
And kiss me tenderly
Though things like this
Make me sick
In a case like thisIll get away with it
Aaaahhhhh....

2006/07/12

Carpaccio de reproches aderezado con crudités de insomnio

Mientras Chris de Burgh se lamenta por las notas de Lady in red y se oye la sirena de un ambulancia a lo lejos, intento escribir sin éxito todo aquello que quería decir. Pero será por el calor enganchoso de esa noche de julio que parece agosto o por el cansancio, que las palabras no parecen dispuestas a dejarse escribir.
Y no sé si de nuevo el calor será la causa o tal vez las malas vibraciones pero el hecho es que hoy ha sido el día de los desencuentros y malentendidos, de los reproches, tan feos, del “tú dijiste”, de las quejas y los recelos. Las palabras, las supuestas amigas, el vehículo de la comunicación han sido las culpables. Ya fuera por escrito o por teléfono, porque llegaran de terceros, porque hubiera intención, mala intención, se entiende, por alguna de las partes o porque todos somos libres de interpretar, lo cierto es que ha sido un día cargado de “quiero decir” y “querías decir” de “porque yo” , “porque tú”, “mientras que ellos”....
Pero no sólo las palabras, también los hechos son mal interpretados. Lo que para uno es una broma, para el otro una ofensa, lo que para uno un sacrificio, para el otro una obligación y así sigue y sigue. Todo depende del punto de vista. Lo más divertido, bueno, tal vez divertido no es la palabra pero no estoy suficientemente despierta para buscar otra, es que el prisma cambia cuando se es el receptor o el que da, el que charrasquea o el que se encuentra allí sin más como diana. Y lo más divertido (de nuevo no es la palabra, vale) es que todos nos olvidamos de la simetría de las palabras, de los hechos. Por qué será que valoramos más nuestro trabajo que el de los demás, nuestros esfuerzo parecen titánicos y los de los otros son nimiedades? Vendría a ser como decir que se ha de tomar la vida como si se tratara de un palíndromo, de simétrica ortografía y tan distinto significados según el sentido de la lectura. En la escuela siempre nos decían lo de no hacer a los demás aquello que no queremos que nos hagan y que lo nuestro acaba donde empieza lo de otro. Pero dónde queda el quit pro quo cuando a quien le toca ceder es a uno? Dónde acaba la ambición y empieza la generosidad? Dónde se esconde ese “lo siento” cuando no lo encontramos, justo cuando más lo necesitamos? Porque tanto lo que se cede, lo que se da o nuestros “lo sientos” valen más que los de los otros,no?
Mientras, en medio de esa batalla de reproches, somos felices? Cómo se puede disfrutar de lo que se tiene, de lo que te dan, de lo que te dicen si se está sufriendo por lo que no se tiene, lo que no se ha recibido o lo que no se ha dicho? Como dicen en un anuncio, “no es lo que tengo, es lo que soy”. Y de nuevo aparece el valor. Ese bien en peligro de extinción, ése que encuentra el “lo siento”, el que reconoce los errores, el que afronta en vez de estar a la defensiva, el que se ríe de las inseguridades, el que aprecia lo recibido, el que asume lo que uno es y cómo es. Se puede ser feliz sin valor para aceptarse, para disfrutar, para tener la suficiente confianza en uno mismo como para “ser”?
En días como hoy, en que es más fácil dejar que el malentendido crezca, en que la respuesta por callada ha sido la tónica, en que sólo se ve el error ajeno y la crispación quema el ambiente, me entristece ver que el ser valiente no está de moda y que no hay ninguna ONG que lo proteja. No se lleva eso de dar la cara, eso de argumentar así, frente a frente. Tampoco es lo más lo de ir con la cabeza bien alta, sin importar ni qué envoltorio llevamos ni qué piensan los demás de nosotros.
Hoy ha sido un día minado de gente insegura, de frustraciones, de críticas, de reproches, de puñaladas de los infantiles “y tú mas” y este post noctámbulo es uno de esos delírium de resultas del cansancio sin sueño. Espero que si algún valiente se lo lee no me lo tenga en cuenta y sepa perdonar, “hoy por ti, mañana por mí” sin pasarme factura por ello en un futuro.