Mientras Chris de Burgh se lamenta por las notas de Lady in red y se oye la sirena de un ambulancia a lo lejos, intento escribir sin éxito todo aquello que quería decir. Pero será por el calor enganchoso de esa noche de julio que parece agosto o por el cansancio, que las palabras no parecen dispuestas a dejarse escribir.
Y no sé si de nuevo el calor será la causa o tal vez las malas vibraciones pero el hecho es que hoy ha sido el día de los desencuentros y malentendidos, de los reproches, tan feos, del “tú dijiste”, de las quejas y los recelos. Las palabras, las supuestas amigas, el vehículo de la comunicación han sido las culpables. Ya fuera por escrito o por teléfono, porque llegaran de terceros, porque hubiera intención, mala intención, se entiende, por alguna de las partes o porque todos somos libres de interpretar, lo cierto es que ha sido un día cargado de “quiero decir” y “querías decir” de “porque yo” , “porque tú”, “mientras que ellos”....
Pero no sólo las palabras, también los hechos son mal interpretados. Lo que para uno es una broma, para el otro una ofensa, lo que para uno un sacrificio, para el otro una obligación y así sigue y sigue. Todo depende del punto de vista. Lo más divertido, bueno, tal vez divertido no es la palabra pero no estoy suficientemente despierta para buscar otra, es que el prisma cambia cuando se es el receptor o el que da, el que charrasquea o el que se encuentra allí sin más como diana. Y lo más divertido (de nuevo no es la palabra, vale) es que todos nos olvidamos de la simetría de las palabras, de los hechos. Por qué será que valoramos más nuestro trabajo que el de los demás, nuestros esfuerzo parecen titánicos y los de los otros son nimiedades? Vendría a ser como decir que se ha de tomar la vida como si se tratara de un palíndromo, de simétrica ortografía y tan distinto significados según el sentido de la lectura. En la escuela siempre nos decían lo de no hacer a los demás aquello que no queremos que nos hagan y que lo nuestro acaba donde empieza lo de otro. Pero dónde queda el quit pro quo cuando a quien le toca ceder es a uno? Dónde acaba la ambición y empieza la generosidad? Dónde se esconde ese “lo siento” cuando no lo encontramos, justo cuando más lo necesitamos? Porque tanto lo que se cede, lo que se da o nuestros “lo sientos” valen más que los de los otros,no?
Mientras, en medio de esa batalla de reproches, somos felices? Cómo se puede disfrutar de lo que se tiene, de lo que te dan, de lo que te dicen si se está sufriendo por lo que no se tiene, lo que no se ha recibido o lo que no se ha dicho? Como dicen en un anuncio, “no es lo que tengo, es lo que soy”. Y de nuevo aparece el valor. Ese bien en peligro de extinción, ése que encuentra el “lo siento”, el que reconoce los errores, el que afronta en vez de estar a la defensiva, el que se ríe de las inseguridades, el que aprecia lo recibido, el que asume lo que uno es y cómo es. Se puede ser feliz sin valor para aceptarse, para disfrutar, para tener la suficiente confianza en uno mismo como para “ser”?
En días como hoy, en que es más fácil dejar que el malentendido crezca, en que la respuesta por callada ha sido la tónica, en que sólo se ve el error ajeno y la crispación quema el ambiente, me entristece ver que el ser valiente no está de moda y que no hay ninguna ONG que lo proteja. No se lleva eso de dar la cara, eso de argumentar así, frente a frente. Tampoco es lo más lo de ir con la cabeza bien alta, sin importar ni qué envoltorio llevamos ni qué piensan los demás de nosotros.
Hoy ha sido un día minado de gente insegura, de frustraciones, de críticas, de reproches, de puñaladas de los infantiles “y tú mas” y este post noctámbulo es uno de esos delírium de resultas del cansancio sin sueño. Espero que si algún valiente se lo lee no me lo tenga en cuenta y sepa perdonar, “hoy por ti, mañana por mí” sin pasarme factura por ello en un futuro.