2009/10/22

White-collar

Iba yo a tomar mi cafetillo fuera del súper-osea-edificio, para despejarme un poco por estar en mi zulo-cubículo recién estrenado (la modernez de perder espacio e intimidad no me gusta, llámenme anticuada) y me encontré una imagen que me pareció graciosa:
En el centre comercial, en una de las cafeterías había una mesa larga ocupada íntegramente por unos diez o doce white-collar employees.
Permítanme el anglicismo pero me pareció muy propio. Todos igualitos, con el mismo color de traje, el mismo tipo de camisa, de corbata, de peinado. Miré en las otras mesas, el patrón se repetía, con algún toque de color femenino, aunque, dicho sea de paso, hay pocas féminas e proporción trabajando por aquí.
Y es que el estilo de quienes trabajan por aquí tiene ciertos aires americanizados mezclados con un toque algo más clásico.
No había nadie con gafas de pasta, ni con camisa oscura, primaban las corbatas de colores vivos y, aunque no me fijé tanto, dudo que hubiera muchos que no llevaran gemelos.
Entonces me acordé de haber oído eso de los white-collar employees, que por lo que he podido averiguar se empezó a utilizar en los años veinte, para distinguir a los que trabajaban en la administración o en profesiones que no fueran la fábrica o el campo. Se ve que por entonces sólo eran un 10% de la población.
Mientras me tomaba mi café seguía observando. Tras las mesas plagadas de uniformados empleados, se veían los escaparates coloridos, repletos de ropa "casual" de esa reservada para el fin de semana o, si hay suerte, para el casual Friday, como si ir el viernes contejanos implicara no trabajar.
Me pregunté si no valdría la pena poner más ropa de trabajo en esos escaparates para los que, al parecer, visitaban el centro comercial. Luego decidí, que como yo, éstos preferían ver ropa informal y de colores, de esa con la que se es uno mismo, en vez de uniformes de trabajo, por muy white que sean los cuellos.

2009/10/16

Parando los platillos

Me gustan las cosas claras, decir lo que pienso, lo que siento. No soporto las ambigüedades, los “sí pero no”, los “no pero sí”. Me inestabilizan. Mi cabeza de Libra puede generar tantas hipótesis frente a una incerteza que puede llegar casi a la saturación.

Es por eso que, a veces, cuando mis pobres platillos se ven zarandeados, cuando van de un lado a otro, necesito clavar los talones en el suelo, plantarme y ordenar tanto alboroto.

Quizás por eso hay quien a veces se quede desconcertado, o se asuste o se sorprenda. Sé que hay quien lo valorará positivamente.

Estos días mis platillos dieron un par de vueltas, ya se sabe, de vez en cuando toca. Aún así, me alegro de haber podido controlarlos y volver a la estabilidad.

Ahí va una canción, que hacía mil que no oía pero que da paz.

2009/10/02

Barbudas tendencias

En el año de Darwin, uno de esos barbudos míticos de la historia, parece que los “machotes” del lugar pasan de poner sus barbas a remojar. Y es que a la vuelta del verano, allá por donde miro de la ciudad, en cada esquina, salen barbudos.
Yo, ilusa de mí, pensé en que quizás era una especie de homenaje colectivo y silencioso al autor de la teoría de la evolución. No acababa de entender por qué algunos se dejaban una barba rala, o dibujada, o perilla en vez de la poblada que “debiera” para dicho guiño evolucionista, pero no le daba más vueltas. Simplemente pensaba, “mira que son raros los tíos mira que es antiguo esto de llevar barbote a lo Darwin”.
Hasta que el otro día una compañera de trabajo me dijo que también se había fijado que nos habían crecido los barbudos, que no los enanos, con el fin del verano. Pero ella sabía el motivo real y me dio luz: “Desde que el Rey y el Príncipe se han dejado barba se ha puesto de moda”.
Aaaaaaah!!! Así que era eso…
Ahora lo entendía, bueno, al menos sabía el motivo más que entenderlo. La Casa Real marca tendencias, los Leti-tacones para ellas y las barbas-de-sangre-azul para ellos. Sería divertido que se cruzaran los papeles y ellos fueran los taconeados y ellas las mostacheadas.
Aún así, según que barba, me sigue pareciendo de otra época, poblada y sin arreglar, cual Edmundo Dantés recién huido. Me da también la sensación que es la excusa perfecta para no afeitarse, ésa de decir “cariño llevo barba como el príncipe, no es que no quiera afeitarme”.Eso o el mundo que me rodea es muuuuuucho más monárquico de lo que pensaba. Pero bueno, es una opinión.