2014/03/09

Billete de ida



*Este texto va dedicado a Madrid y a las personas maravillosas que he conocido y querido en estos casi seis años.

De nuevo el destino hace realidad mis sueños. Si hace casi seis años deseaba un puesto que me permitiera esa independencia y lo conseguía en Madrid, ahora, se cumple por fin mi deseo de volver a Barcelona.

Y aunque lo he deseado con todas mis fuerzas en muchas ocasiones y los regresos desde Barcelona a Madrid cada vez se me hacían más duros, ahora que ha llegado el momento, me cuesta decirle adiós a la que ha sido mi ciudad durante seis años.

Nunca me hubiera imaginado, cuando llegaba a Atocha pasada la medianoche sin que nadie me esperara y me sentía más sola que nunca, que rompería a llorar el día que comprara ese billete de ida Madrid/Puerta de Atocha – Barcelona/Sants. Pero así fue, al marcar el “solo ida” rompí a llorar, con la sensación de estar dejando, de estar cerrando.

Ese billete me lleva de nuevo a casa con los míos, junto a mi adorado Mediterráneo que tanto añoro pero me aleja de mi primera casa propia, la única que ha sido mía y de personas a las que quiero mucho y que han sido mi familia de “desplazada” durante seis años. Muchos de ellos, la mayoría “desplazados” de su lugar de origen como yo me han felicitado y les detecto en la mirada las ganas de volver a casa de nuevo.

La memoria es lo que tiene, que recuerda lo bueno y lo malo lo diluye.

¿Para qué dedicarle un minuto a esos momentos que ha habido o a esas personas que también las hubo que en algunos momentos hicieron más complicada mi estancia en Madrid? Sólo se me ocurre un motivo y es que esas situaciones y esas personas me han hecho crecer y dar pasos, me han puesto a prueba y han hecho que superara muchas cosas e incluso me superara a mi misma así que con el corazón, también agradezco aquello que no fue bueno.

Lo bueno me lo llevo en la caja de “frágil”. Me llevo los vinos después del trabajo, los desayunos, las noches de risas,  mil y una charlas rompiendo copas en la calle Barcelona, las noches de fiesta –baile yo o no baile- en Berlín Cabaret, las noches tranquilas en el mejor de los Museos,  las piscinas y las fabes,  los olivares y los microteatros, los días “del orgullo”, las aventuras y desventuras a lo Bradshaw, las “brujerías” energéticas, las sesiones en el Retiro y los pinchos de la Musa, las alitas de pollo y los mojitos tras un asalto, el tango y la salsa, los patines y los conciertos, los hammam y las meditaciones en el parque. Me llevo la acampada al Sol y el Día de Acción de Gracias, las jornadas gastronómicas brasileño-germanas. Me llevo...me llevo los años más intensos de mi vida.

Y los buenos...a los buenos, a mis tesoros de carne y hueso, me los llevo puestos, os llevo bien pegaditos al corazón como me traje a tantos otros cuando vine. Con vosotros he compartido esos momentos, los buenos y los malos y espero compartir esos momentos que han de venir. Con vosotros he crecido, madurado. Dos horas y media de AVE no son suficientes para que me olvide de aquellas personas maravillosas con las que tanto he compartido y, sin duda, no son suficientes para que os libréis de mí.

A esas personas que sois vosotros, a esta ciudad que es Madrid sólo quiero daros las gracias por estos grandes momentos, por tantas emociones, por estos años.

Y como se dice por aquí, nada de “adiós” sino “hasta luego”. Nos vemos pronto por aquí o por allá o por skype o como sea. Si una cosa aprendí con estos años lejos es que las amistades, las de verdad, como el amor que es, no entienden de distancias ni de tiempo.

Así pues, hasta luego Madrid.