2006/01/31

De por qué me gusta bailar

De por qué me gusta bailar
Se oye una canción cualquiera, ni rápida, ni lenta. Puede ser un tema Mark Anthony o J.Lo , U2 y Vertigo o la voz de Sinatra y el propio Bono saboreando a medias cada nota de Under my skin. Cualquiera vale. Sólo tiene que captar mi atención y los pasos se descubren solos. Tampoco hace falta que la música suene en un lugar especial. Con que suene en mi cabeza basta para que los pies sigan a las corcheas por el pentagrama. Suena un clarinete, purum, purum, pum, pum y detrás un par de trompetas, pim, pim y repiten de nuevo. I`ve got you, undder my skin pim,pim I´ve got you deep in my heart with me. Y en ese momento es imposible parar. Mis hombros han decidido moverse al compás del slow, quick-quick, slow de este fox lento, suave y los pies comienzan a notar el cambio de peso, de uno al otro, flotando enfundados en sandalias de baile, sobre el suelo brillante, acabado de pulir para la ocasión. And I try so, not to give in . El vestido sigue cada balanceo y a cada giro dibuja una nueva figura en el aire. Y llega el estribillo de la canción a la vez que las piruetas se complican con la aparición en escena del bailarín. Y una vuelta y otra. Y el ritmo se acelera unos segundos al igual que mi pulso. La respiración se me entrecorta y empiezo a notar un leve mareo debido a las vueltas. Son sólo unos minutos hasta llegar al final apoteósico, la última vuelta hasta la última figura, and I´ve got you, under, my ,skin . Último compás y silencio. Los ojos que me han guiado por el salón entre vuelta y vuelta en brazos de mi Fred Astaire regresan, y yo con ellos, al domingo gris y lluvioso, al pijama de ositos y los peucos, mientras el suelo encerado vuelve a ser el de casa y Fred se difumina hasta ser una sombra, mi sombra, pegada a mis pies. Al poco, Marc empieza a cantar su Valió la pena. Los ositos se transforman al minuto en lunares de un corto vestido de vuelo y el salón reluciente es ahora una pista al aire libre entre palmeras. Fred, ya no es Fred, sino Alfredo y el romanticismo del slow ha dejado paso a la sensualidad de la salsa.
Así, una tras otra, se van sucediendo las canciones en la emisora y con ellas, historias y sentimientos diferentes, que me transforman, cada tres minutos y medio, en una persona distinta. Y mientras todo eso pasa, mientras mi cabeza y mis pies se alían para llevarme al caribe, a un salón de baile o a un local de country de Texas, me siento más libre que nunca, más yo misma, más viva, más yo.
¿Habéis hecho alguna actividad que consiguiera que perdierais la noción del tiempo, a la que pudierais dedicar todas las horas que fueran necesarias y no cansaros, algo que os hiciera sentir tan bien que consiguiera haceros olvidar cualquier mal rollo y recuperar el buen humor? Pues eso es lo que consigue el baile conmigo. Que nadie le busque dobles intencionalidades pues el sentido que le quiero dar es único y carente de malicia. No sé si he conseguido expresar con claridad la idea, pero para muestras, recomiendo dos películas más o menos buenas aunque para mi son excelentes, Billy Elliot y Flashdance. La última, sólo por la música de Giorgio Moroder e Irene Cara vale la pena

1 comentario:

Anónimo dijo...

Bello Post!