2016/03/27

Una vida sencilla


A mediados de los ochenta se estrenó una película Witness (aquí se tradujo como Único testigo) en la que un policía se ocultaba en una comunidad amish en Pensilvania. Gracias a aquella película supe de la existencia y me impactaron considerablemente, quizás porque el niño protagonista era de mi misma edad y su realidad era totalmente diferente a la mía.

Recuerdo cuando le explicaban a  Harrison Ford que ellos llevaban una vida sencilla. Ese concepto que me pareció más un comportamiento retrógrado que otra cosa últimamente está cobrando sentido. Con ello no quiero decir que me vaya a comprar un carro y un burro y me vaya a ir a vivir a una granja sin luz, ni mucho menos, de hecho casi es una catástrofe para mí estar sin cobertura, pero cada vez me gusta más la idea de disfrutar más de las pequeñas cosas y de reducir las necesidades que nos creamos para dejar de ser esclavos de ellas.

Tras meses demasiados copados de obligaciones, me he regalado un descanso en un pequeño hotel al lado de un río. Es un lugar que me enamoró como se enamora una de verdad, a primera vista, intensamente. Es un lugar que destila paz y buenas energías.  Es uno de esos lugares en los que me veo pasando largas temporadas de retiro espiritual, en los que me siento más yo misma, en los que, incluso, me veo capaz de ponerme a escribir.

Una habitación cómoda pero sencilla, comida bio casera, el murmullo del río y un gato que de vez en cuando me adopta y se sienta en mis rodillas, no necesito mucho más para recuperar mi esencia.

Hablaba con el dueño del hotel, un joven emprendedor con una paz interior considerable que me explicaba cómo habían emprendido esa aventura de transformar el establecimiento en un remanso de paz más que en un negocio al uso en el que “cuanto más mejor” y cómo habían preferido reservarse días para disfrutar de la vida en vez de saturarse de trabajo.

No he podido más que sentir cierta envidia por el coraje, el valor de quien decide seguir su camino, quien decide simplificar la vida y ser más libre.

Tras conversaciones como ésa respiro e intento poner valor al menos para intentar perseguir ese sueño que me podría permitir tener esa vida sencilla que, al final, me parece mucho más viva, más auténtica que la que se va escapando entre la rutina en mi día a día.

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