2006/03/01

Entre sombras

Subió las escaleras con más pesadez de la habitual a la llegada del trabajo. Sacó las llaves y abrió la puerta de su piso. Era de noche y sólo se podían intuir los muebles entre las sombras y la escasa luz de farola que entraba por la ventana pero, aún así, no encendió la luz. Se fue directa a su habitación, arrastrando los pies como una sonámbula. Empezó a desvestirse lentamente para evitar rozarse las rascadas y golpes. Le dolía especialmente el moratón del brazo derecho. Abrió el armario, palpó una camiseta y se la puso. No era capaz de imponer la menor energía en ninguno de sus movimientos. Pensó que era debido a la pastilla que le habían dado. No pensaba, o al menos, eso creía.
Se sentó en la cama, dobló las piernas y las abrazó sin pensar en el moratón de su brazo ni en las rascadas de sus rodillas. A medida que pasaba el rato, empezó a darse cuenta de lo que había vivido, de lo que realmente había pasado. Había matado a un hombre por primera vez. Cogió un cigarrillo del cajón de la mesilla, lo encendió y se puso a fumar sin dejar de abrazar sus rodillas. Sin darse cuenta empezó a balancearse. Recordaba poco a poco cómo había sucedido: la llamada de unos vecinos que oían ruidos en un piso en el que vivían dos ancianos, la llegada con Raúl al lugar, los ruidos que resultaron ser ladrones, el caco que retiene a uno de los ancianos con una navaja. El forcejeo entre él y Raúl que ha acabado con una puñalada que ha dejado a su compañero herido. La petición del ambulancia y de refuerzos mientras perseguía al otro ladrón por la escalera.
En ese momento de sus recuerdos, empieza a sudar y el balanceo se acentúa y la mirada se le pierde en la ventana mientras fuma cada vez con más ansia.
En un momento, el caco le ha disparado. No sabe de dónde se ha sacado la pistola ni a dónde ha ido a parar la bala hasta que ve una rascada en la manga de su chaqueta. Se tira al suelo del rellano y sigue bajando las escaleras a cuclillas esta vez con la pistola en mano.
No oye pasos en la escalera. Segundo disparo. Se agacha y se golpea con los escalones pero el tiro ni le roza. Sigue bajando y, por fin distingue al ladrón, de pie,entre sombras, pegado a una de las puertas del siguiente piso. Lo llama al alto mientras le apunta a una rodilla. El ladrón la ve, la apunta y empieza a bajar las escaleras de espaldas. Ella lo sigue con sigilo ganando terreno, apuntando siempre a la rodilla. En eso que el perseguido tropieza y dispara y la bala se empotra en la pared a escasos centímetros de su cabeza. Pero ella ha disparado y su bala no ha ido a la rodilla sino al pecho del ladrón que se precipita escaleras abajo.
Todo ha sido rápido, muy rápido. La llegada del ambulancia que se ha llevado a Raúl, la llegada de más efectivos, las preguntas de la psicóloga. “Tomate una pastilla de estas ahora y otra cuando llegues a casa”.
En la escuela de policía te preparan para situaciones así pero nunca se está lo suficientemente preparada. Eso es lo que pensaba mientras miraba sin mirar y consumía las últimas caladas de su cigarrillo.
Tras acabarlo, lo ha apagado en en cenicero de la mesilla y se ha levantado a buscar su chaqueta. De uno de los bolsillos ha sacado las pastillas y ha cogido una. Se la ha tragado sin agua y se ha quedado de pie, junto al armario, con la chaqueta en la mano.
Suena el teléfono y, aunque lo tiene a escasos metros, tarda en contestar.
-Si?
-Hola cariño, cómo ha ido hoy el día?
-Mal.
-Como ayer?
-Peor –contesta mientras empiezan a caerle las lágrimas.
-Otra vez ese cabrón de Ramírez?
-He matado a un hombre Ricard.
-Dios, que? Estás bien? Te han herido? Joder! Vengo enseguida.
-Yo...ufff...yo...uff...yo...-y estalla en un sollozo mientras se oye como se corta la comunicación.
Quince minutos más tarde, entra Ricard en su piso y se la encuentra a oscuras, sentada en el suelo de su habitación, abrazándose las piernas mientras se balancea y llora con lágrimas enormes que resbalan por sus mejillas.
La abraza y le acaricia el pelo mientras le susurra.
-ssss...cariño, ya estoy aquí, me oyes? Ya está, no sufras, estoy aquí para cuidarte.
Y ella se deja abrazar y piensa que nunca estará preparada para aquello. Entre sombras, parece ver el destello de la bala y cierra los ojos y lo abraza fuerte.

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