2006/11/15

Dualidad

Este fin de semana me ha tocado hacer una de mis tareas favoritas: hacer el cambio de armario de temporada, esto es, guardar la ropa de verano y poner a mano la de invierno. A parte de obligarme a subir a una escalera más veces de las que el mi vértigo tolera, esta labor estacional me obliga a ordenar, otra de mis actividades favoritas, y decidir si debo desprenderme de alguna prenda. Dado que la toma de decisiones requiere todo un análisis (no por nada soy Libra hasta la médula) lo que debiera ser una tarea doméstica más se transforma en el peor de los trabajos.
En una de esas inseguras subidas a la escalera cargada de cajas de zapatos, se precipitaron al suelo un par de ellas. Los dos pares que contenían se desparramaron por el suelo. Entre tanto agobio y el estruendo producido no pude más que ponerme a reír. Junto a un par de botas de montaña se encontraba una sandalia de pedrería mientras su par sobresalía de una de las cajas caídas. Me acordé de algo que leí sobre las mujeres libra que me hizo mucha gracia en su momento. Venía a decir que las libra podían pasar de un traje de noche a las botas de montaña sin despeinarse. En aquél momento me hizo gracia porque no me veía así, aunque no creo que haga falta que os lo diga ya que, quienes me conocéis sabéis perfectamente que tengo tanto de scout como de cantante de ópera, por poner un ejemplo. Pero mientras bajaba de la escalera aún riendo vi que las botas aún tenían un poco de barro rojizo de este verano en la suela. Era tierra birmana que se resistía a abandonar mis botas, restos de aquella tormenta que de golpe nos obligó a andar por el barro bajo impermeables y que nos caló igualmente hasta los huesos. Y al poner de nuevo en la caja la sandalia recordé una noche de ese mismo verano, de ese mismo viaje, en esas mismas latitudes, una cena en el Strand Hotel calzando esas sandalias mientras un músico tocaba la guitarra y la langosta termidor esperaba en el plato. Al final aquel libro de signos zodiacales iba a tener algo de razón y yo sin saberlo. Luego pensé en cómo de injusto era que en un mismo lugar convivieran la humildad que roza la pobreza peligrosamente y el lujo extremo y cómo yo misma podía tener la poca decencia de ver una parte y aceptar la otra. Aunque tal vez no la acepté tan “alegremente” puesto que aún hoy la tengo más que presente. Eso también es una característica de Libra. Alguien que conozco me dijo hace un par de días algo que sentí en carne propia este verano: “pasarlo mal me recuerda cuando vuelvo a mi día a día lo bien que estoy”. Aquella frase definió perfectamente lo que sentí cada día durante ese viaje.
Creo que el cambio de dirección de este post es un ejemplo más esa dualidad.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Pues sí que es verdad eso de los Libra!!. Yo me veo de montañera y a la vez con los tacones lejanos....jajajajaja...y sin complejos!!!!

hack de man dijo...

El calzado deportivo es de tío, verdad? ;-)

la gata dijo...

Pues no...es mio... es q tengo un 38-39 de pie...