2007/02/04

Breves y no tan breves 3: Olores

Nunca le había pasado. Solía identificar siempre todos los olores. Recordaba a qué olían las personas a las que conocía: a este u otro perfume, a jabón, a tabaco. También retenía en la memoria los olores de los lugares en los que había estado. Sonreía al recordar el olor a mantequilla de Le Marais, el perfume de lluvia de Berlín, los efluvios a fritanga que emanaban de Green´s Papaya y torcía la sonrisa al ver los fotogramas de la despedida entre flores de Campo di Fiori o aquel adiós, el adiós, en pleno Raval.
También asociaba los olores a las etapas de su vida o a las estaciones del año: galletas en el horno en las navidades de su infancia, a crema bronceadora en la playa, a calimocho y sexo en la adolescencia, a papel y libro viejo en los veranos de estudiante, a café de máquina, aftershave y cigarrillo cada mañana adulta.
Pero aquella vez no. Era incapaz de asociarla a ningún olor. Habían estado lo suficientemente cerca para poder captar su olor pero cuál era? No olía a perfume, ni a maquillaje, ni a sudor. Tampoco recordaba ningún sitio en el que hubieran estado juntos que le recordara ella. Parecía que cuando estaba a su lado se transformara en anosmático.
Se preguntaba si es que realmente ella no olía a nada, como el protagonista de la novela de Patrick Süskind, o es que era incapaz de captar su fragancia. O tal vez aquel olor imperceptible era el que lo atrapaba, el que lo obsesionaba, el culpable de que no pudiera sacársela de la cabeza.

1 comentario:

hack de man dijo...

Que deje de fumar, y se le potenciará el gusto olfativo... aunque se dará cuenta entonces de que olerá a ajo y cebolla...