2007/02/01

Llegué, vi, vencí o el logro de una compradora

Hay días en los que una se mira al espejo, le gusta lo que ve y piensa que está de guapo subido. Hoy era uno de esos días.
A eso se ha añadido la sorpresa de encontrarme fuera del trabajo a una hora de persona y encontrarme con un buen rato disponible para pasear por el centro.
Caminaba distraída, zum, zum, zum, zum, aunque no diré que cantaran los pajaritos. En eso que, en un semáforo, se me ha ocurrido que podía ser un buen día para comprarme algo.
De todos es sabido que es absolutamente imprescindible tener inspiración para entrar en un probador, enfundarse una prenda, sentirse bien con ella y comprarla.
Pues bien, hoy tenía esa inspiración en mi poder.
Quería comprarme unos pantalones de esos ajustados de pitillo (que no piquillo como los pimientos). A eso se le llamaría jugar fuerte.
He recordado una tienda en la que tenían varios modelos.
Le he enseñado tres modelos a la dependienta y le he dicho mi talla, bueno, la que tenía antes de que una 38 pasara a ser la de mi sobrina de cinco años y yo sólo cupiera en, cómo me dijeron, ah sí, tallas especiales.
La dependienta era amable, hasta me miraba sin cara de asco, increíble.
Mi talla, la mía, la tenían, inaudito.
Y llegó la hora de la verdad, aquella en que pensé que se acababa el cuento: la hora de probarme los tres modelos.
Me he puesto el primer pantalón y se ha producido el milagro.
Del espejo del probador salían luces y una aura mística rodeaba mi reflejo.
El pantalón me cabía, es más no me iba ni largo ni corto, ni me sobraba de cintura, ni estrecho de piernas. Me ajustaba perfectamente, me atrevería a decir que hasta me quedaba bien (la falsísima modestia me impide explayarme al respecto).
Qué sensación, qué experiencia mística casi comparable a...bueno, tampoco hay que pasarse.
Pero qué gozada. Con lo difícil que es encontrar algo a la primera, encontrar un pantalón ajustado del pitillo famoso que tenga un tallaje que encaje mínimamente con las formas de una y, así, a la primera, ha sido casi una lotería.
Qué decir que me lo he comprado, porque encima estaba a mitad de precio.
Al salir de la tienda, con esa sonrisa de felicidad característica de quien ha conseguido un gran logro, me he encontrado que el tiempo no me sonreía, que llovía y no llevaba paraguas. Pero nada podía estropear ese momento, el momento.

Este post se lo dedico especialmente a las chicas porque seguro que vosotras entendéis lo que es intentar comprar una prenda de ropa y que la dependienta te maltrate, te llame deforme y gorda mientras te pruebas un pantalón, por ejemplo,de largada de gigante y perneras tan estrechas que no le valdrían a una niña de doce años mientras.

5 comentarios:

blondie dijo...

Por favor, donde pasan esos milagros! Tus lectoras te rogamos nos muestres la luz.

hack de man dijo...

Sí, es verdad, dedícaselo a las chicas, porque eso a los tíos no nos pasa.

Yo por casa me visto de emidio tucci como el clooney y como un pincel, tu, ni modistos ni ostias.

la gata dijo...

La tienda, rubia, es Elena Lardi, en Rbla Cataluña entre Córcega y Rosellón.
Bueno, seguro que nunca nunca nunca te han ido cortos unos pantalones?

hack de man dijo...

Reieta, por qué me cuesta tanto que pilles mis ironías? Tan malo soy intentándolo? Qué tristeza...

Eso lo digo en el caso de que lo de los pantalones cortos lo digas por mi, claro...

la gata dijo...

Ya sabes que todo es con cariño, hack.
Un besazo