2007/01/30

Galipandria 4: Treintona en clase de gimnasia


La combinación de leer un post de un buen amigo que recordaba sus “buenos tiempos” en el baloncesto y una clase de estilo que demostró que no soy sombra de lo que fui, me llevaron el otro día a “evaluar daños”.
Me explico. En otro tiempo, fui flexible y ágil pero en aquella clase me salieron agujetas por agacharme una docena de veces y me di cuenta de lo que había perdido.
De golpe sentí cada uno de mis treinta tacos aguijoneándome las piernas.
Pensareis que soy una inocente por pensar que mi cuerpo respondería como cuando tenía doce años, hacía carreras a cuchillas, daba un salto y hacía el espagat.
La verdad es que sabía que no iba a ser así pero como se suele decir, ni tanto ni tan calvo. Me quedé fatal.
Así que unos días después decidí ponerme a prueba y ver qué había perdido realmente.
Empecé por algo sencillo, algo que supiera que, más o menos, seguía ahí: el equilibrio.
Dado que desde que vuelvo a bailar vuelvo a tener práctica en eso de los giros, me dispuse a ponerme en segunda y dar una vuelta, luego dos, etc, primero a la derecha y luego a la izquierda.
Me saqué las zapatillas, me coloqué y di la primera vuelta a la derecha. Perfecto. Probé a dar dos. Bastante bien. Tres. Pram, pam,pim pam! Me empotré contra el armario.
Lo intenté hacia la izquierda. La primera bien, la segunda peligrosamente parecida a la tercera anterior.
Triste. Tenía que animarme. Lo siguiente a testear fueron los giros de desplazamiento lateral. El resultado fue bastante bueno para ambos lados.
Una vez recuperada la confianza tocaba ver qué tal iba de elasticidad.
Ahí iba yo, cual preadolescente a hacer un espagat sin calentar ni nada, a pelo. Me quedé patéticamente espatarrada a un palmo del suelo con la pierna derecha y con la izquierda ya no es ni confesable.
Tía estás vieja, pensé.
Sólo me consoló ver que si calentaba un poco podría incluso conseguir algo pseudo decente.
Y llegó la prueba final: hacer el puente.
Ese era el ejercicio que mejor me salía en las clases de gimnasia y en mi corta experiencia en la rítmica. Me tenía que salir. No me atreví a probar a hacerlo desde arriba así que me estiré en el suelo (almohada bajo la cabeza por precaución) e hice el puente, o algo parecido.
Aguanté dos segundos si cabe porque me quemaban los brazos, las lumbares, los abdominales. Me desplomé sobre la almohada sabiamente colocada bajo mi cabeza cual saco de patatas. Era una treintona en clase de gimnasia, una que va de niña pilonga haciendo el pino.
Cómo podía entonces hacer aquello una y otra vez, de pie, con una mano, de rodillas? (ahora que escribo veo lo mal que está sonando esta frase, absténganse de comentarios guarros, por favor).
Tía pero que vieja que estás, me dije en voz alta.
Tras semejante fracaso, no me atreví a probar qué tal se me daba nada más.
Qué conclusión he sacado de este test? Que tengo que recuperar algo del equilibrio y la flexibilidad que un día tuve, aunque sólo sea en parte (el cómo ya es otro tema).

5 comentarios:

hack de man dijo...

Me ha parecido leer que hablabas del kama-sutra?

Sobre la frase que dices que no hagamos ningún comentario guarro, tranquila, no lo diré, solo lo pensaré.

la gata dijo...

Lo sabía...no te podías resistir...
Cómo eres...

Anónimo dijo...

Come juncos, están muy de moda en los japos!

marga dijo...

Me temo que se nos ha debido ocurrir la misma idea casi en el mismo día.
La semana pasada probé a hacer el puente, que tan bien me salía hace unos años. Lo intenté desde arriba, pero como vi que mi cuerpo amenazaba con romper el parquet de un golpe, probé desde abajo (con cojín, claro). Y casi me parto en dos, pero lo hice, con las piernas muy separadas de los brazos, todo hay que decirlo.
Me pasé el resto del día lamentándome... "estoy vieja" "estoy vieja" "estoy vieja"
¿Por qué se nos tiene que ocurrir hacer estas cosas? Digo yo...

la gata dijo...

Me alegra ver que no soy la única locuela que lo intenta...