2011/08/08

Para my Little Yellow

Hacía muuuucho tiempo que no le daba un puñetazo a una pared, ni una patada a una puerta. Hacía mucho que no llegaba a ese punto en que podría lanzarme al cuello de alguien y no precisamente para ser cariñosa. Pero hoy llegó ese día. Llegó un día en que volví a llorar de rabia, me salió un moretón por el puñetazo a la pared y decidí que hasta aquí había llegado. Hacía más o menos tres años y algo que no llegaba a ese límite. Bien, hoy llegué.
Llegó el día.
Ni tomarme unas cañas con las amigas ha conseguido calmar mi ira, mi rabia. No conseguía olvidar el cabreo.
Pero he llegado a casa y me he encontrado en el buzón un sobre grande. He sonreído porque sabía de quién era aunque no qué era. Adoro las sorpresas aunque también hace mucho que no recibía ninguna.
Lo he abierto antes de llegar al ascensor y me he encontrado un pedacito de Barcelona en su interior y un mensaje de alguien muy especial. Un “amarillo” como diría Albert Espinosa según descubrí hace poco.
Y tras un día durísimo he vuelto a llorar, aunque de emoción, como ahora mientras escribo.
Gràcies Little Yellow perquè en dies com avui una sorpresa tan maca m’ha salvat de l’infern i els dimonis.

2011/08/02

Rampells

A veces un golpe de temperamento hace que se tomen las decisiones más irreflexivas. En algunas ocasiones esos arrebatos llevan a cometer estupideces y otros tantos errores.
Aún así, me encantan esos “rampells”. Me gusta esa palabra en catalán, “rampell”, me suena más rápida y fuerte que un arrebato, más brusca, mas como un rayo.
Me gustan los “rampells”, además. Son de esas cosas que hacen que salga lo mejor y lo peor de nosotros mismos.
Creo que nos debemos permitir esas ligeras pérdidas de control, descontrol controlado.
Demostrar que se sigue vivo bajo normas, encorsetamiento y “seny”, otra palabra que me gusta, es necesario.
Dar una sorpresa, hacer un viaje de última hora, escribir una carta a alguien querido, hacer una compra, darse un capricho, en definitiva, salirse del guión, de lo que se espera que hagamos. Me encanta.
Será por el exceso de películas romanticonas de final feliz, en que el chico va a por la chica en un acto heroico (me viene a la cabeza el final de Desayuno con Diamantes, en el que George Peppard y Audrey Herpburn se besaban bajo la lluvia), que las “escenas” en la vida real, las sorpresas de película y las reacciones de protagonista de telefilm se han paseado por mis días.
Sea como sea, me gusta no ser una “sin sangre”, me gusta tener suficiente arranque como para comprarme un billete para el día siguiente por ver a la familia, en un plis, sin más reflexión que la justa y con toda la ilusión en el asador.
Ilusión, pasión, quizás sea eso, quizás esas dos palabras sean la esencia de mis “rampells”. Sea como sea, esos momentos me siguen dando las mayores de las felicidades.
Será cierto eso que las cosas se han de hacer más con el corazón que con la cabeza.
Para mí, al menos, es cierto.