2009/04/28

La llama que no se deja

Pasó el día D, la hora H. Poco a poco se consumía la llama, que temblaba cada vez más, a punto de apagarse. De pronto, el día D, a la hora H dejó de apagó, dejó de dar luz. Se había extinguido.
Pero pasó un tiempo, no demasiado, y sopló una ligera brisa, casi imperceptible, y de la aparentemente extinguida mecha salió una llama, que florecía como si de una margarita se tratara. Tras esta llama llegarán los tiempos en que poco a poco deje de brillar , de dar luz.
Qué razón tenía el que dijo aquello de "la esperanza es lo último que se pierde", que fácil es volver a darle vuelo, aunque sea sin fundamento a aquello que nos conviene.
Con la de cursos que dan por estos mundos de Dios, entre tanto coaching y pilates, no habría alguno de "como neutralizar la esperanza"?
Hoy se saltó un punto en mi cicatriz, que volvió a sangrar. Es lo que tienen los puntos de sutura cuando están "tiernos".

2009/04/21

A dos días de un recuerdo

Se acerca el día, ese día del año, uno de esos días a los que cada año le dedico un post. Cada año espero que el tono del mismo mejore, pero no es así. El recuerdo que más ha marcado sigue siendo aquél, justo ése que lo ensombrece. Aunque este año no será ése el recuerdo más marcado, sino otro, el de otros momentos, de otras circunstancias, de otra persona. Y el tono, similarmente gris, tal vez más oscuro, más intenso, supongo que por la cercanía temporal de este nuevo recuerdo, que aún escuece, frente al otro ya muy lejano.
Quizás porque, además, ese día morirá una esperanza, ésa que es la última que se pierde, según dicen, por eso, será un día gris, de un gris metálico y brillante. Tal vez este año no le dedique un post, en su día, así que quedará este como recuerdo.
Feliz día de la rosa y el libro, del caballero y la princesa.

2009/04/17

Enajenación mental transitoria o cuando Gata se cree que tiene doce años

A veces, de vez en cuando, Gata se olvida que ya tiene una edad. A veces, sólo a veces, se olvida o se quiere olvidar de que este año le caen 33 y, a veces también, se olvida que eso implica que el cuerpo nota cada una de esas 33 primaveras. Y pasa lo que pasa.
Estaba Gata en casa, tras un fin de semana en el que corroboró que su forma física dejaba mucho que desear y se le ocurrió. Vio una de las pocas paredes no acristaladas de casa y pensó:
- Ummmm, esta pared es perfecta para hacer la vertical.
En su mente recordó sus años mozos, cuando con las otras niñas -en esa época, en su mundo, no había niños- jugaban a hacer la vertical y apoyar los pies en una pared y cómo, en algunas ocasiones, hasta hacían figuras haciendo, una al lado otra, la vertical ý cruzando las piernas. Debía tener entonces unos doce años.
Así que apartó un poco la mesa de centro para no romperla de una patada voladora y se dispuso a hacer la vertical/pino.
La primera sensación distinta fue que al agacharse para poner las manos en el suelo la velocidad/agilidad era menor. Bueno, esto se podía aguantar.
La segunda fue notar que al poner los brazos en el suelo, éstos notaron que el peso que sobre ellos recaía era muuuucho mayor (qué debía pesar con 12 años? 15-20 kilos menos?).
La tercera fue que su memoria hizo que se diera el impulso para levantar a una niña de tierna edad y no a una treintona, así que consiguió levantar una pierna del suelo y la otra sólo ligeramente.
Qué frustración. De golpe los 33 pesaban como losas.
Como Gata es de su pueblo, lo volvió a intentar, una y otra vez, quizás unas diez veces , hasta que lo consiguió y su cuerpo se quedó totalmente en vertical, sobre sus brazos y con los pies apoyados en la pared.
Pobres brazos, cómo pesaba Gata, aunque sólo fueran unos segundos.
Al bajar, se notaba cansada y con el pulso algo acelerado.
Se preguntó cómo, en otro tiempo podía estar en esa posición tanto rato como para aprenderse los huesos del cuerpo humano, cómo podía sacar una mano para coger una pelota en esa posición y cómo , aún peor, era capaz de caer hacia el otro lado y hacer la famosa vertical-puente sin romperse en pedazos (hace un tiempo intentó hacer el puente y casi se deja la columna).
Así que su momento de enajenación mental transitoria, de vuelta a la infancia, acabó con la certeza de la realidad dura, cruda, de que Gata ya no tiene doce años sino veinte más.
Eso sí, aún recuerda aquella lección que hace veinte años aprendió:
Un frontal, dos parietales, un occipital, dos temporales , un esfenoides y un etmoides que forman la base del cráneo.

2009/04/10

Sin título y no sé por qué...

Lo malo de ver tantas películas románticas es que la mente traicionera genera escenas espectaculares totalmente imposibles. Ella lo sabía.
Aún así, esperaba esa escena de película. Esperaba entrar en el edificio de apartamentos en el que vivía y encontrárselo a él, sentado junto a su puerta. Entonces se fundirían en un abrazo y todo sería maravilloso.
Pero entró en la portería, subió en el ascensor y junto a su puerta no había nadie, evidentemente.
Bajó la mirada y movió la cabeza de un lado a otro, como si así se dijera cómo podía ser tan tonta.
Mientras abría la puerta en su cabeza se repetía no suelen haber declaraciones increíbles, ni viajes exóticos, ni escenas de esas en que el chico recorre medio mundo para decir un "te quiero".
Quizás sí había flechazos de ensueño o momentos espectaculares pero, sin duda, en cuestión de finales, la realidad er a bastante más cruda y triste.
Cerró la puerta tras de sí y pensó en que gracias a esas películas vivía esas escenas que, en la vida real, estaban reservadas a unos pocos, muy pocos, y ella no era uno de esos elegidos.
Entonces recordó que una vez fue así y que, como en el cine, detrás de tantos "efectos especiales", sólo habían mentiras.
Tal vez la clave era encontrar a un guionista de películas románticas enloquecido, que viviera como en un film su vida.
Se sentó en el suelo y fue repasando su vidioteca romántica, a ver qué escena imposible tocaba aquella noche.

2009/04/08

Siempre nos quedará...

Hay historias de principio mágico, de desenlace complejo y final tormentoso.
Hay historias que se ligan a un lugar, que se fusionan en él.
Hay historias que aparecen sin buscarse y que se encienden sin que nadie lo pidiera.
Hay historias que...siempre estarán ahí.
Y es que siempre nos quedará...París, Casablanca, Mbour o cualquier lugar en el que se haya producido la magia.
Siempre habrá un piano, un pianista, una mujer que lo escucha embobada, una copa, un local, un lugar exótico y un recuerdo, o una cicatriz de ese amor que no fue, o que no era, que era y que ya no, que dolerá con el "mal tiempo" pero, el tiempo pasará...

2009/04/06

Endorfinas

El otro día leía por estos mundos de Google un poco sobre las alteraciones hormonales y la producción de algunas de ellas así como sus sustitutivos (nadie dijo que no se me fuera la pinza y me diera por leer según qué).
Me interesé especialmente por las endorfinas y las feromonas.
La llamada hormona de la felicidad, de producción natural, que es un potente analgésico y antidepresivo, parece ser que no produce adicción, a diferencia de sus sustitutos sintéticos, los opiáceos. La razón es que las cantidades producidas por el cuerpo no son nunca tan altas y que, además, las endorfinas son "aniquiladas" por encimas del cuerpo, es decir, que no es posible tener una "sobredosis" de felicidad hormonal y, por tanto siempre están bajo control.
No muy de acuerdo con eso de que no se puede ser adicto a las endorfinas, me dediqué a buscar alguna cosa más.
En otro artículo se decía qué actividades eran las que hacían que el cuerpo produjera endorfinas: el ejercicio físico, el sexo, reirse, comer algo apetitoso, destacando el chocolate puesto que admás contiene dosis altas de azúcar, escuchar música relajada.
Así pues el chocolate no era sustitutivo del sexo como se decía sino proveedor sustituto de endorfinas ante la falta de él.
Seguí navegando y, por fin, encontré otro artículo en que se indicaba que, si bien las endorfinas no eran adictivas hasta causar síndromes de abstinencia, la falta de ellas o la reducción de la cantidad producida podían llevar al sujeto a ciertos estados de decaimiento y depresión.
Es decir ,que pasárselo demasiado bien, que reirse demasiado, que ser feliz, que practicar más sexo , etc, etc, cuando se reducía la "dosis", además de la tristeza o menor alegría que producía realizar estas actividades, el sujeto se sentía menos feliz por tener menos endorfinas por ahí que normalmente. Recordaba que las endorfinas sólo están en el organismo un día, momento en que las enzimas se las cargan.
Conclusión: No soy una adicta a las endorfinas aunque consuma las grandes cantidades de M&Ms habituales sinó que es fruto de la necesidad de compensar por ejemplo el hecho que no bailo tanta salsa, que añoro la pista. Tendré que cambiarlo por ir a correr por el parque o, un día de estos no me podré permitir los paquetes de medio kilo de cacahuetes bañados en chocolate que se derriten en tu boca y no en tu mano.
PD: dije salsa, la de bailar, absténganse "jueguecitos" con otros sustitutivos.
PD": De las feromonas hablaré otro día, ya está bien de hormonas por hoy.

2009/04/01

Cuando da igual el color

El día que vi este anuncio sonreí como el papá coprotagonista. Pensé en lo feliz que me sentiría si el niño fuera mío y le diera igual el color de piel de su amiga. Pero entonces pensé que algún otro niño, seguramente repelente, le había dicho que su amiga era distinta y por la preocupación del pequeño, que eso era malo. Entonces me he entristecido porque eso significa que el mundo sigue igual y el padre en cuestión es feliz sin motivo. Ojalá algún día en el mundo no importen los colores y ningún niño cabrón le haga notar la diferencia de tonalidad de piel de su amiguita.