2009/04/17

Enajenación mental transitoria o cuando Gata se cree que tiene doce años

A veces, de vez en cuando, Gata se olvida que ya tiene una edad. A veces, sólo a veces, se olvida o se quiere olvidar de que este año le caen 33 y, a veces también, se olvida que eso implica que el cuerpo nota cada una de esas 33 primaveras. Y pasa lo que pasa.
Estaba Gata en casa, tras un fin de semana en el que corroboró que su forma física dejaba mucho que desear y se le ocurrió. Vio una de las pocas paredes no acristaladas de casa y pensó:
- Ummmm, esta pared es perfecta para hacer la vertical.
En su mente recordó sus años mozos, cuando con las otras niñas -en esa época, en su mundo, no había niños- jugaban a hacer la vertical y apoyar los pies en una pared y cómo, en algunas ocasiones, hasta hacían figuras haciendo, una al lado otra, la vertical ý cruzando las piernas. Debía tener entonces unos doce años.
Así que apartó un poco la mesa de centro para no romperla de una patada voladora y se dispuso a hacer la vertical/pino.
La primera sensación distinta fue que al agacharse para poner las manos en el suelo la velocidad/agilidad era menor. Bueno, esto se podía aguantar.
La segunda fue notar que al poner los brazos en el suelo, éstos notaron que el peso que sobre ellos recaía era muuuucho mayor (qué debía pesar con 12 años? 15-20 kilos menos?).
La tercera fue que su memoria hizo que se diera el impulso para levantar a una niña de tierna edad y no a una treintona, así que consiguió levantar una pierna del suelo y la otra sólo ligeramente.
Qué frustración. De golpe los 33 pesaban como losas.
Como Gata es de su pueblo, lo volvió a intentar, una y otra vez, quizás unas diez veces , hasta que lo consiguió y su cuerpo se quedó totalmente en vertical, sobre sus brazos y con los pies apoyados en la pared.
Pobres brazos, cómo pesaba Gata, aunque sólo fueran unos segundos.
Al bajar, se notaba cansada y con el pulso algo acelerado.
Se preguntó cómo, en otro tiempo podía estar en esa posición tanto rato como para aprenderse los huesos del cuerpo humano, cómo podía sacar una mano para coger una pelota en esa posición y cómo , aún peor, era capaz de caer hacia el otro lado y hacer la famosa vertical-puente sin romperse en pedazos (hace un tiempo intentó hacer el puente y casi se deja la columna).
Así que su momento de enajenación mental transitoria, de vuelta a la infancia, acabó con la certeza de la realidad dura, cruda, de que Gata ya no tiene doce años sino veinte más.
Eso sí, aún recuerda aquella lección que hace veinte años aprendió:
Un frontal, dos parietales, un occipital, dos temporales , un esfenoides y un etmoides que forman la base del cráneo.

4 comentarios:

blondie dijo...

Por una parte me preocupa que no podía hacer la vertical ni a los 12, pero por otra cada vez estoy más convencida que somos como el buen vino.

el nom de la rosa dijo...

Totalmente de acuerdo con Blondie!
Cuando era más joven no tenía una buena forma física (de hecho era la más alta de la clase y una de las más patosas), con lo cual poquito he perdido con los años y en cambio valoro lo que he ganado: sentirme mejor conmigo misma, que ya es mucho.
Pero hubiera pagado por ver la secuencia de Gata haciendo la vertical en su piso... a lo mejor cuando volvamos por ahí, alguna pirueta...?

la gata dijo...

Jajajajaj, yo tambien mejoré porque a los 12 años...era del tipo junco, digamos, larguirucha y muuuuuy delgada, aunque perdí la elasticidad que tenía entonces...qué se le va a hacer... Conseguí hacer la vertical. Lo próximo, el espagat, aunque eso puede ser algo más peligroso y requerirá más días.
Ok, prometo show la próxima vez.

xnem dijo...

no hagan locuras sin el teléfono de la ambulancia cerca.