2010/03/17

Post superficial: Mi primera mochila

Pues sí, Gata necesitaba una mochila para ir por la selva (ir arrastrando la maleta de cabina no era plan, ahí tropezando con las hormigas gigantes).
Nunca tuve una mochila “de las grandes”. Era, sin duda un terreno desconocido para mi.
Me fui decidida a por ello.
Entré en unos grandes almacenes, sección “maletas”, primer error.

Dependienta de simpatía transitoria: ¿Puedo ayudarle?
Gata (mientras miraba una bolsa de mano que no era “colgable”): Ah, sí, hola, estoy buscando una mochila y…
Dependienta de simpatía transitoria: Sígame por favor.

Me pareció sorprendentemente sencillo. Pero a medida que iba caminando tras ella me empezó a dar la sensación que no nos habíamos entendido.

Llegamos a la zona de las supuestas mochilas. Definitivamente, no nos habíamos entendido.

Dependienta de simpatía transitoria: Las tiene así más divertidas o almo más serio.

Allí estaba yo, entre mochilas para niños de Hanna Montana, Spiderman y Hello Kitty.
O me veia hecha una criatura o pensó directamente que era para mis churrumbeles.
La saco de su error y soluciona el mío con unas indicaciones para ir a la sección montaña.
Allí estaba, en deportes, entre caza y running. Todo un mundo por descubrir.

Había montones de cosas que jamás había visto. Las raquetas ya no son raquetas como las de los dibujos, ni se anudan con cuerdas, hay toallas que ocupan poco y nada (aunque no peguen demasiado con el bikini) y el “mochila-mundo” resultó ser muuuy complicado para una no iniciada.

Para empezar, la capacidad de las mochilas va por litros, como si fuera a licuar mi ropa para saber lo que ocupa. ¿Cuántos litros ocupan diez camisetas por ejemplos?
Me acordé de las motos y su cubicaje. Las mochilas tenían cubicaje.

Mochilas de 32 litros, de 40 litros, de 50…Pensé en los garrafones de agua del trabajo.

No había nadie para atenderme y aquello era demasiado para mi. Necesitaba ayuda de un especialista.

Fui a una tienda de montaña (con una simple “sección” no tenía suficiente, necesitaba todo un establecimiento)., con la seguridad que allí me podrían asesorar.
Me atendió un señor de piel curtida , pinta agreste y con barba de varios días, vaya un montañero.

Estaba en el lugar adecuado.
Me enseñó muchísimas, me explicó para qué era cada uno de los bolsillos, los materiales, pesos, etc. No entendí ni la mitad, pero me quedo claro el precio de las mismas: 200 eurazos. Mis ojos se abrieron como platos. 200 euros y encima es roja o azul eléctrico. Si al menos fueran monas.

Decidí volver al centro comercial. Recordaba haber visto alguna bastante más barata, que, evidentemente no tenía tantas cosas pero, era como los móviles, para qué quiero montones de aplicaciones que no sé ni qué son y que nunca utilizaré.

Mi criterio de selección: la capacidad y el color.

Ya tengo mochila, de 50 litros (porque la de 40 era roja) , verde, transpirable (no fuera a ser que sudara la ropa, jaja) y de precio razonable.

Pobres pemones, no saben lo que se les avecina.

2010/03/12

Hacia el sueño caribeño

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Como alguna otra vez que me fui de viaje a algún lugar suficientemente lejano - Perú, Birmania,...- (esta vez, alrededor de 7000 km, Venezuela) , hice una lista de deseos, propósitos, de intenciones, siempre 21, que espero que se cumplan
Nos leemos a la vuelta.

1. Desconectar del trabajo y de la rutina en general;
2. Ordenar mis emociones y dejar de pensar en quienes sólo consiguen liar mi pobre cabecita;
3. Recuperar la perspectiva de humanidad que me da siempre alejarme tantos kilómetros y, sobretodo tanto “en general” de la sociedad en la que vivo.
4. No mirar facebook, ni gmail, no hotmail, ni de en tres semanas;
5. Estar sin móvil, sin cobertura, sin msn y chin , sin que me importe;
6. No comer M and Ms, ni guminolas, ni guarreridas, al menos una vez haya salido del avión;
7. Aprender de otras culturas;
8. Disfrutar de los paisajes, especialmente de la selva y de las playas paradisiacas y hacer unas fotos increíbles;
9. Probar comidas exóticas;
10. Padecer el síndrome de Stendhal y llorar ante la contemplación de la belleza;
11. Sentirme viva y feliz;
12. Conocer gente interesante;
13. Escribir algo, aunque sea poco, sin que sea fruto de la rutina, la tristeza, la decepción y los malos rollos;
14. Estar en una isla desierta;
15. Tocar, o al menos, ver; delfines y perezosos.
16. Librarme de las picaduras de bichos varios especialmente los mosquitos que transmiten la malaria y de los puri-puri, que en la guía no paran de advertirme.
17. Ponerme morena, muy, muy, muy morena;
18. No machacarme el tobillo;
19. Hacer realidad el sueño de ver el Salto del Angel;
20. Bailar en el Caribe;
21. Mantener mi peso y ponerme algo más fuerte.

2010/03/08

En fa menor

Últimamente estoy más musical que nunca y cuando me da por una canción o una pieza puedo rozar a la obsesión. Estos día me dio por Chopin, especialmente por un recopilatorio de nocturnos tocados por Elizabeth Leonskaja.
Ha sido todo un descubrimiento gracias a Spotify. Mi vida ha cambiado desde que descubrí esta aplicación.
Desde que puedo acceder a todo tipo de música a golpe de “búsqueda” he descubierto a compositores que sólo conocía de oídas o de los que sólo era capaz de reconocer la típica pieza que me enseñaron en la clase de música de la escuela (la enseñanza musical debería ampliarse, por cierto, en los planes de estudios, así como del resto de artes, que un poquito de culturilla no le hace daño a nadie), u otros totalmente desconocidos para mí (esos descubrimientos también se los debo a una buenísima amiga que de vez en cuando se pasa por aquí que más de una vez me hizo de pigmalión musical).
Pero Chopin tiene ese toque especial que hace que, si cierro los ojos mientras escucho sus piezas delicadas, suaves, me sienta una bailarina sobre sus puntas, como si fuera una muñeca en una cajita de música.
Me di cuenta que cuando escucho según que, mi postura cambia: espalda recta, abdomen metido, vaya, casi en “primera”.
A veces, en casa, no puedo contener un pasito, un pas de bourrée rudimentario y un par de vueltas como la bailarina que no soy.
No puedo evitarlo, esa música me hace sentir ligera y ágil, libre y relajada, como si pudiera flotar entre las teclas del piano. Simplemente vuelo, o mejor dicho, floto.
Os dejo “mi prefe”, espero que os guste.

2010/03/07

22:22

Inquietante. Me pasa muy a menudo que cuando miro la hora son las 22:22h.
Las primeras veces que me pasó esto, o fui consciente de ello fue cuando mi ex, hace muchos años ya, me dejaba en casa. Cuando miraba el reloj de su coche casi siempre eran las 22:22h (el había nacido, por cierto, el 11 del 11)
Con los años esto se ha ido repitiendo y hoy, de nuevo, volvió a pasar.
Así que me ha dado por buscar en google dicha hora y me ha inquietado ver que no soy, ni de lejos la única a la que le pasa.
De hecho somos muchos y, francamente me ha entrado un escalofrío.
Explicaciones a ello, muchas, aunque ninguna me acaba de convencer o gustar:
- Que el 22 es un número maestro y quienes lo ven a menudo están destinados al éxito y al liderazgo (de ilusión también se vive)
- Que es una señal que indica que se va por el buen camino y que se está creando algo (la que todos debemos querer)
- Que quien la ve fallecerá el 2 de febrero del 2022 (mal rollito)
- Que es señal del fin del calendario maya (mal rollito también)

Y así seguiría...

Lo cierto es que me he quedado algo intranquila, especialmente porque somos tantos los que "por casualidad" vemos esa hora siempre.

Avances de primavera

Tras una tregua de unas horas que me ha dejado suficiente tiempo para correr por un embarrado Retiro y poco más, la lluvia ha vuelto a aparecer.
Otro domingo de lluvia más. Decidí ponerle buena cara al mal tiempo y dedicarme el día a mí, enterito.
Una ducha relajante con aromas de limón, un martini y unas aceitunas mientras cocinaba algún invento y un recopilatorio de nocturnos de Chopin como banda sonora.
Mientras saboreaba el invento culinario, que salió sorprendentemente bien, miraba a través de la ventana.
Entre las desnudas ramas de los árboles había varios pájaros que parecían jugar entre ellos. No tengo ni idea de qué especie eran pero no se trataba de palomas comunes sino de aves más grandes, blancos y negro azabache, con toques tornasolados verdosos.
Me acerqué a la ventana para observarlos mejor. Me pareció que, más que jugar lo que hacían era construir sus nidos.
¿Se estará acercando la primavera?¿Se acabará el frío y la lluvia en breve?Si hago caso de mis vecinos del árbol de enfrente, parece que sí, oquizás es que son muy previsores.

2010/03/03

Los hombres que no llevan paraguas

En los dos meses anteriores ha llovido -o nevado- treinta días en Madrid. Cuando llegué aquí, me dijeron que no llovía demasiado y que en raras ocasiones nevaba.
Pero este año se ha saltado todo pronóstico y el tiempo se ha comportado como si de Centroeuropa se tratara.
Casi cada mañana llego a la oficina con mi paraguas, saludo a mis compañeros y me siento en mi sitio. Es curioso que, la mayoría de ellos van sin paraguas, aunque salgan de casa y ya esté lloviendo. Saqué un día el tema en una conversación y los “hombres sin paraguas” arguyeron que no lo llevaban porque, al ir con chaqueta o abrigo sólo se les mojaba la cabeza y que, además, llevar paraguas era incómodo y carretear con el todo el día, era un palazo.
Me hizo gracia, incluso, que alguno consideraba el hecho de no llevar paraguas como de “machote” y lo de sí llevarlo de “nenaza”.
El fenómeno de “los hombres que no llevan paraguas” no me es extraño. Ya en Barcelona, algunos de mis amigos no suelen llevar paraguas. Alguno se ha “amenizado” cuando, al ver que yo saco el mío, han decidido protegerse debajo.
Esta mañana, mientras iba hacia la oficina, bajo mi paraguas, me fijé en que la mayoría de individuos masculinos no llevaban paraguas.
Me he preguntado si tan generalizado era que no lo llevaban o si solamente era una casualidad por la que, los hombres que me rodean sean de la “liga-anti-paraguas”.¿En qué momento se consideró el paraguas un objeto de uso mayoritariamente femenino?
Mientras busco respuestas a estas preguntas, veo por la ventana que vuelve a llover. Doy un vistazo a mi alrededor y, en el mundo de la testosterona, sólo está mi pobre paraguas, allí la mar de tristón.