2006/12/28

Dos de dos: Post largo (No sé qué título ponerle)

Sonó el timbre del portero automático. Descolgó el interfono y pulsó el botón sin decir nada. Dejó la puerta abierta y fue hacia el salón.
El ascensor se paró en su planta. Él entró, dejó el maletín en el suelo, se sacó el abrigo y lo colgó en el perchero.
Avanzó por el pasillo hasta la puerta del salón-comedor y la vio, sentada en uno de los apoyabrazos del sofá, luciendo un minúsculo camisón de raso lila y mirada de colegiala. Cruzó las piernas dejando ver claramente que no llevaba nada más encima y sonrió ya no tan inocentemente. Él clavó los ojos en su entrepierna y se sacó la americana. Ella se dirigió hacia él descalza por el parquet y lo beso ansiosa.
-Por qué has tardado tanto? –preguntó mientras le sacaba la corbata
-Me han entretenido- dijo él desabrochándose el pantalón.
Ella siguió con la camisa, y dejó al descubierto una camiseta interior blanca.
-Uy qué camiseta más mona. Y le acarició el miembro, que estaba más que endurecido, mientras reía.
Eso fue provocación suficiente para él.
La agarró de los brazos, la giró y se apretó contra su espalda mientras la abrazaba con fuerza por la cintura.
Los pantalones cayeron hasta sus tobillos.
Ella se agachó hacia delante, abrió las piernas, se agarró al asiento de una de las sillas , se giró y le dedicó una sonrisa de pura lujuria.
La penetró con fuerza, con urgencia. Ambos jadeaban.
A aquel polvo desesperado lo siguieron dos más en el dormitorio, con ternura, preliminares sin prisas ni camiseta interior.
Al poco él se incorporó en la cama y se empezó a vestir.
Ella le pasó la mano por la espalda arqueada.
-Tengo que irme- dijo, y la besó.
-Lo sé.-contestó ella mientras se giraba para no verlo marchar.
Unos minutos después se oyó como se cerraba la puerta tras él. Ella se tapó aún más con las sábanas. Entre los pliegues de las mismas estaba la camiseta interior.
La cogió , se la acercó a la nariz e inspiró con fuerza.
Olía a vainilla, a aftershave, a jabón. Olía a él.
Se acurrucó en la cama con la camiseta entre las manos, pegada a la cara.
Se durmió.
Al día siguiente se despertó más fresca que nunca, con la sensación de haber descansado. Estaba radiante. Desayunó, se arregló y se preparó la fiambrera de la comida, que metió en una bolsa de cartón junto con la camiseta que había dormido con ella aquella noche y que la acompañaría a trabajar.
Llegó la primera. Entró en el despacho y dejó la correspondencia sobre la mesa y unos billetes de avión en el primer cajón.
Empezaron a desfilar el resto de compañeros.
El jefe llegó puntual.
-Buenos días.
-Buenos días –respondió ella mientras se levantaba y lo seguía hasta la puerta del despacho.
-Le he dejado los billetes para mañana en el primer cajón. -dijo desde el quicio de la puerta.
-Estupendo gracias.
Y abrió el cajón. Allí estaban los billetes sobre la camiseta, su camiseta perfectamente doblada, la misma que ni se había dado cuenta que había olvidado entre las sábanas..
Ella seguía de pie en el quicio de la puerta.
La miró, dejó escapar una leve sonrisa y se concentró en la correspondencia perfectamente dispuesta sobre su mesa.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Menuda inocentada estar enrollada con tu jefe...pero bueno tiene mucho morbo.....

Anónimo dijo...

Me has sorprendido! No sé por qué me esperaba un muerto. ¿Qué cosas no?
Feliz año!
Muaks

hack de man dijo...

A vainilla? La giró y la penetró por atrás? El jefe es un sarasa, no?

la gata dijo...

Pobre chica, no la iba a matar por tonta...
Últimamete mis historias más que con muerto son con polvo. Es un cambio.