El transportín, la pantalla y lo que pensaba mi gata

Me siento como un gato en un transportín. Sin poderme mover, sin poderme escapar. Veo el mundo a mi alrededor, el sol ahí fuera, a los demás que se mueven, que van, que vienen y que se paran junto a mi cama y me dicen que tranquila que son unos días. Y resuerdo cuando hace años llevaba a mi gata al veterinario y la pobre maullaba y se quejaba que quería salir. Y yo la miraba desde fuera y le decía que sólo era un rato. Ahora entiendo que la pobre me mirara así. Ahora sé lo que pensaba. Pensaba lo siguiente:"Claro maja (igual maja no era la palabra) tú no eres quien está aquí dentro".

Y también he entendido a mi gata cuando, tras haber ido al veterinario, alguna vez, volvía con una especie de pantalla alrededor de la cabeza y le costaba andar y yo la miraba y le decía que paciencia. Ahora sé que cuando me miraba con aquella carilla se estaba acordando de mis muertos y que "maja" no era la palabra que cruzaba por su cerebro gatuno.

Me pregunto si tanto símil con la que fue mi gata será casual. Será que las dos compartimos esa necesidad de independencia, esa necesidad de libertad? Se debía rallar tanto como yo de estar así postrada? Porque claro, aunque muy inteligente, ella era un ser supuestamente no racional, pero claro, tampoco tenía internet con el que entretenerse y aunque le gustaba dormir en mis libros, tampoco recuerdo que le gustara leer. Le debía dar tantas vueltas a las cosas, cosas gatunas, se entiende, como yo le estoy dando estos días?

Lo que tengo claro es que se debía sentir frágil, débil y de mal humor. Que se sentiría torpe y sin ganas de nada, como yo ahora.