El regreso de "blue eyes"

*Este post es la segunda parte del titulado "Blue eyes" publicado el pasado noviembre. http://lagatasobreltejadodezinc.blogspot.com/2006/11/blue-eyes.html

Otro bar, otra barra, otras copas. De nuevo demasiado humo en el ambiente, música de los ochenta y algún clásico roquero.
Entró con paso firme pero pausado en aquel local de moda del puerto pegó un vistazo rápido, se colocó en una esquina de la barra y pidió una cerveza.
Volvió a inspeccionar el local y sus fríos ojos azules se cruzaron con los de ella. Mantuvo la mirada, ella la bajó y sonrió. Dejó de mirarla. No podría resistirse. Sabiéndose observado, se sacó la americana de pana azul y la dejó sobre un taburete, como quien no presta atención a sus gestos y le dio un sorbo a su cerveza. Levantó la vista y sus ojos se volvieron a encontrar con los de ella. Esta vez él sonrió y obtuvo una sonrisa de respuesta. Se giró y apoyó los codos sobre la barra. Se dibujaba la potente musculatura de su espalda bajo la camiseta gris, y lo sabía.
Al poco alguien se puso a su lado y pidió un martini con limón. Miró de reojo, enarcando una ceja. Era una chica alta, esbelta, vestida de negro, de pecho abundante y melena rizada. Era ella. Sonrió.
Empezaron a hablar, de todo y de nada, entre miradas cómplices, roces casuales y manos que se agarraban, a un brazo, a la cintura para acompañar una broma o una sonrisa.
Ella reía, embobada por aquellos ojos azules, enmarcados por pequeñas arrugas, por sus facciones casi esculpidas y su aspecto impecable así que no se resistió cuando él le dijo “vámonos”.
Él iba delante abriéndole paso. Casi en la puerta, ella se cruzó con una chica menuda y rubia. Con dos señas le indicó que se iba y sin para de caminar, se giró y le dijo con gestos que ya le contaría.
Caminaron por el paseo, bajo la brisa y la humedad de la madrugada.
Ella tenía frío. Él le ofreció su chaqueta y la rodeó con su brazo.
Notó como se apretaba contra él su cuerpo tibio. Olía a perfume y tabaco.
Bajaron a la playa. Se sentaron junto a unas rocas que los ocultaban de la vista de curiosos.
La besó. Ella se estiró en el suelo. Se inclinó sobre ella y la abrazó con fuerza. Ella le desabrochó los pantalones y se bajó las bragas. Él la penetró con fuerza, ella gritó, excitada. Él siguió arremetiendo contra ella violentamente. Los gritos dejaron de ser de excitación y pasaron a ser de dolor y terror. Le tapó la boca, sin importarle que le mordiera. Con la otra mano le sujetaba los brazos.
Sus ojos azules brillaban bajo la luna como si fueran de acero y su sonrisa seductora se transformó en una cínica mueca.
Ella se movía demasiado. La abofeteó. Ella gritó. Entonces la golpeó con una piedra en la cabeza. Le gustó demasiado, así que volvió a golpearla, una y otra vez por todo el cuerpo. Aquello le causaba mayor placer que estar dentro de ella. Se corrió.
Se vistió y se envolvió la mano ensangrentada por los mordiscos con un pañuelo.
Ella empezó a despertar de su inconsciencia y gimió casi sin fuerza.
Él le propinó una patada en el estómago que le dejó sin aire y que hizo que se doblara sobre sí. Antes de irse, se agachó a su lado, la cogió por la barbilla y la besó en la boca ensangrentada por los por los golpes. Miró la luna y sus ojos azules brillaban satisfechos.Sólo se oía el mar y la música a lo lejos, mientras se alejaba por la playa, sintiendo la brisa.