El sábado pasado me liaron para ir a una fiesta de singles. Quien
me conozca mínimamente sabe que soy más que reacia a cualquier tipo de
actividad, web o asociación cuyo único fin sea encontrar pareja. Aunque muchas
personas han encontrado pareja gracias a
ello y lo respeto, es algo que no va conmigo, así de sencillo.
Así que tras ser víctima de una artimaña considerable, el
otro día me vi en una fiesta de “singles”. Me lo tomé como un experimento científico.
Me encontré en un local lejos del centro en el que el
porcentaje de parroquianos era como de cinco hombres por cada mujer, o mayor
incluso, de edades comprendidas entre los treinta y pico a los cincuenta y
pico.
Si la actitud de ligoteo en una fiesta estándar es
considerable, allí era descarada. No se cumplía aquello de “vengo a pasarlo
bien y a ver que cae” sino “vengo a ver que cae y a pasarlo bien”. Me sentí
algo agobiada. Que nadie me malinterprete, los chicos eran atentos, educados,
amables y lucían su mejor sonrisa y sus más ingeniosas bromas pero tanta
evidencia me abrumaba y cierto toque pulpense me molestaba un poco.
La mayoría con los que hablé salían de una relación larga
recientemente y parecían buscar una pareja con cierta ansia. De hecho, a los
cinco minutos escasos de cualquier conversación ya me habían expliado estado
civil, profesión y dónde vivían, régimen de alquiler o compra de la vivienda
incluido, vaya “anant per feina” y, a destacar, prácticamente no me habían
preguntado nada de mi misma.
Entonces recordé la filosofía del centollo, aquella que más
de una vez han querido que siga y me he negado.
En qué consiste la filosofía del centollo? Consiste en
escoger pareja como quien, en una marisquería señala a un centollo de la
pecera, es decir, a dedo y diciendo, “este mismo”.
Hace ya tiempo, una amiga, con toda la mejor intención del
mundo y cero diplomacia, me dijo que si tenía algún amigo de todos ésos que
fuera normal y me lo pudiera quedar como pareja.
Aquel día nació el concepto de centollismo.
Claro, ella no entendió que le dijera que todos mis amigos
eran normales, que no estándar, que los quería un montón, pero que no eran
perritos o gatitos a los que adoptar, que tenían personalidad y criterio y, lo
más importante, no eran centollos intercambiables. Tendríais que ver su cara
cuando le dije que no quería pasar el resto de mi vida con un centollo.
Pues la otra noche me dio la impresión de estar en una reunión
de centollistas, todos a la caza de su centollo o centolla.
Entonces descubrí que, además de no seguir esa corriente
filosófica, tampoco quería ser tratada como semejante crustáceo.
La noche dio para mucho. Encontré a algún “engañado” como yo
y también fue bastante enriquecedor.
Llegamos a la conclusión que el grado de centollismo es casi
inversamente proporcional al tiempo que haga que el sujeto se ha separado, es
decir, tras los primeros meses “negros” a menos tiempo, más centollismo. Después
hay una época muy acusada y, o se encuentra pareja-centolla o el sujeto empieza
a acostumbrarse a la soltería.
Ahí llegaría la diferencia entre single y soltero de larga
duración. El single busca con avidez pareja y maquilla su situación sentimental
a golpe de anglicismo. El soltero de larga duración ya no está en esa fase de síndrome
de abstinencia y se siente cómodo con su soltería, la búsqueda de pareja, si es
que busca, es menos intensa. Dentro de este último grupo hay quien un día cae
en el centollismo y hay quien cae en el esnobismo emocional, ése en el que ya
no sólo no vale cualquiera sino que cada vez se pone el ojo en alguien más y más
“especial” (el entrecomillado es deliberado como equivalente a decir exótico,
diferente, alternativo, complejo). El grado de esnobismo emocional también se
puede agudizar cuanto más tiempo pase el sujeto a gusto en su soltería (que no
celibato, muy importante el matiz ya que el “picotear” también da alas y tiempo
al esnobismo emocional). Los casos más extremos de esnobismo emocional son aquéllos
en que el soltero, aunque encuentre a alguien especial, sigue pensando que quizás
hay alguien aún más especial a la vuelta de la esquina y que podría perdérselo.
¿La búsqueda de la perfección?¿Dónde está el límite?
Por supuesto, ambas posturas frente a la soltería tienen en medio
muchos grados y matices, así como combinaciones de ambas corrientes.
También me quedó claro que los dos polos, en este caso, no
se atraen. También entendí que los
centollos y centollas tienden a encontrarse y vivir el resto de su vida
centollamente pero los esnobs...ésos descartan entre sí y siguen a la búsqueda
de La Tierra Prometida.
Conclusión: los extremos, como siempre, son malos (Discovering
garlic soup, as always)
4 comentarios:
No conocia la teoria centolla, pero me ha gustado su descripción. Cuanta razon tienes con los extremos y qué dificil resulta no caer en ellos.
Por cierto, me ha chocado la proporción hombres/mujeres.
Sip, curiosa proporción. Son muy peligrosos los extremos.
Beso
Si elijo a un centollo verde, ¿soy una snob emocional?
Muy, muy interesante.
mmmm...cual es el grado de fijación por los verdes?
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