Hay días que sirven para ordenar, la casa, las ideas o lo
que haga falta. Generalmente caen en fin de semana, casi siempre en domingo y
el frío o la lluvia suelen acompañarlos aunque, curiosamente siempre pillan a
solas.
A mí, además, se suelen pillar en pija de felpa con
animalitos, de los que mamá me regala por navidad, zapatillas peludas y pocas ganas
de hacer algo productivo.
Entonces siento la necesidad imperiosa de limpiarlo todo, lo
que sea, y se alterna, sincopada, con las ganas de perder el tiempo mirando las
musarañas o pensando en cualquier cosa.
Momentos de silencios y mirada perdida, monólogos reflexivos
o buceos por Internet para interesarme por la altura de Janet Leigh que, a
veces, se ven interrumpidos por una idea genial, por una reflexión vital o una
evidencia que antes no veía.
Esos días son peligrosos. En ellos se me han ocurrido las
mejores y peores ideas y mi ánimo ha ido de lo más alto a lo más bajo cual
noria de feria. Son días que siempre se acaban cargados de decisiones.
Supongo que así deberían ser los días de reflexión
anteriores a unas elecciones. ¿Qué decisión ha de ser más importante que elegir
a quien ha de gobernar un país?
Por supuesto la pregunta va cargada con toda la ironía del
mundo, viendo como está el patio.
El caso es que hoy fue una de esos días de reflexivos para
mí.
Como en otras ocasiones, el resultado fue una casa más
limpia, un malcomer sostenido todo el día y mucho, mucho que hacer para llegar
a ese fin que últimamente veo más claro.
De un tiempo a esta parte, todo el mundo me dice que brillo
cuando hablo de mi proyecto, que se me nota el entusiasmo y la felicidad. Hoy,
más que nunca, creo en ese proyecto, en ese objetivo y en estar en el camino. Quizás
sí se estén conectando los “Dots” como decía Jobs.
1 comentario:
Hacen falta de vez en cuando estos días. Y sobretodo, ponerse luego en marcha.
Por los objetivos y por el camino.
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