A la gata le duele la cabeza. Se estira, bosteza. No le gusta el calor. La gata está cansada porque no duerme bien y tiene el estómago raro, tal vez por las bolas de pelo y las que no lo son. Se vuelve a desperezar, estirando las patas, los dedos y bosteza de nuevo. La gata no quiere hacer nada. Decide incorporarse e ir a pasear por la ciudad. Le apetece oler el mar así que se irá a la playa, se sentará en una roca y mirará a los pocos bañistas que queden tumbados en la arena o en el agua.
La gata está cansada, no quiere pensar. Quiere notar la arena fresca de media tarde bajo sus patas, oler la brisa marina. Quiere que se le contraigan las pupilas bajo la luz de media tarde y, por un rato no ser más que una gata que pasea por la arena, sin ningún otro problema más que evitar ser salpicada por las olas.
La gata está cansada, no quiere pensar. Quiere notar la arena fresca de media tarde bajo sus patas, oler la brisa marina. Quiere que se le contraigan las pupilas bajo la luz de media tarde y, por un rato no ser más que una gata que pasea por la arena, sin ningún otro problema más que evitar ser salpicada por las olas.
5 comentarios:
Bello Post!
Gracias brujilla! La brisa del mar es lo mejor. Me sentó de maravilla.
Algún día, gata, igual me encuentras por la playa
Yo volví a casa el otro día por la playa... y llegué a casa empapado en sudor... y había demasiada gente... :-(
Es difícil ver a un anónimo...
A mi me sentó de perlas la caminata pero eran casi las nueve de la noche y había brisa. Increible
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