Una de mis pinturas de Klimt favorita es “La satisfacción” o también conocido como “El
abrazo” . Antes de que fuera el pintor puesto de moda por Julia Roberts en “Elegir
un amor” sus cuadros mosaicados me sedujeron. Si bien “El beso” representa la
delicadeza , la pasión y la sensación de protección que me transmitía su Abrazo
me parecía mucho superior. En esa pintura
la cara de ella está relajada, con esa sonrisa que se intuye tras la espalda de
él, un “él” cualquiera, sin rostro.
Me gusta abrazar, ya lo he dicho más de una vez en este blog.
Me gusta la sensación de demostrar cariño, apoyo, comprensión. No son como los
besos, de saludo, de cariño, de pasión, que pueden ser verdaderos, o no. La sinceridad
de un abrazo es otra cosa. Me gusta sentirme arropada, el placer de sentirme arropada
en los brazos de alguien, el tacto de mis manos en la espalda de la otra persona.
Que nadie se engañe, no abrazo a cualquiera, ni todos se los merecen ni todos serían
bien recibidos, de ahí la grandeza de su valor.
Tras una conversación hoy me plantee qué es lo que me hacía
apreciar más los abrazos que los besos: ¿protección? ¿inseguridad? ¿necesidad
de posesión? ¿sentimiento protector? ¿empatía? Es más acabé planteándome por qué
esa necesidad de abrazos de las mujeres tras hacer el amor. ¿Dependencia? ¿Soledad?
¿Enamoramiento? ¿Baja autoestima?
Así que me armé de la mejor de las armas para saciar la curiosidad,
google, y busqué el origen de los abrazos, el por qué de los mismos y el por qué
más en las mujeres.
Descubrí que los abrazos son una potentísima forma de comunicar,
que producían beneficios tanto en quienes los recibían como quienes los daban.
Me enteré de su poder, incluso, para retrasar el envejecimiento. Ahí dejo un artículo
para quien quiera extenderse “Beneficios del abrazo”.
No contenta con eso, seguí con la parte B de la investigación:
por qué las mujeres quieren abrazos tras una relación sexual. El motivo encontrado
en varios artículos apunta, parece ser, a una razón puramente hormonal, lejos
de cualquier razón psicológica. La culpable, parece ser, no es otra más que la
oxitocina, que es mucho más que la hormona propiciatoria del parto.
Resulta que esta hormona, que se segrega en circunstancias amatorias
también se segrega cuando nos abrazamos. Tras el acto sexual, las mujeres necesitan
esa dosis “extra” de oxitocina mientras que los varones ven compensada o anulada
esa necesidad por la testosterona. En resumen, que si una mujer quiere mimos tras
una escena de pasión no es que necesite amor (o no solamente eso) y si un hombre
no abraza a la fémina que está a su lado tras el éxtasis no es que no le guste,
es que su cuerpo está por otras cosas.
Curiosa, la hormona esta.
Siguiendo con mis ansias de conocimiento abracil oxitocil,
me he encontrado con otro artículo en el que se habla de la empatía, la confianza
y la oxitocina.
Parece ser que aquellas personas que segregan más cantidades
de oxitocina son más empáticas que las otras y tienen tendencia a ser más confiados,
entendiendo esto como que son más dados a expresar lo que sienten. Se ha llegado
incluso a considerar que los psicópatas tienen niveles muy bajos de dicha substancia.
¿Qué supone esto? Que una persona empática dará más abrazos y, a su vez, necesitará
más de ellos.
Así que la conclusión es muy clara, adiós al romanticismo del
abrazo, al poético cuadro de Klimt o a la preciosa escultura de Rodin. Tras palabras
tan hermosas como abrazo, empatía y confianza, en gran medida, simplemente C43H66N12O12S2
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