2009/11/26

Máscara

Estaba acostumbrado a llevar máscaras, aunque de otro tipo, de ésas que se llevan a cara descubierta durante todo el día, de las que no sólo ocultan el rostro, sino también el alma. No le costaba disfrazarse de trabajador de cuello blanco cada mañana, de persona comedida, de persona impersonal. Ser otro formaba parte de su día a día.

Pero aquello era distinto. Aquella máscara tenía que transportarlo, liberarlo de sus prejuicios y miedos, dejarle libre o, al menos, eso le habían dicho.

Dudaba que, por el mero hecho de ser una persona anónima en un baile de máscaras, su actitud fuera a ser distinta. Así que llegó a la fiesta con su antifaz y su escepticismo. Al principio se sentía como siempre, como en cualquier otro evento. Por un momento sintió la decepción del que ha puesto demasiadas expectativas en humo, pero, a medida que pasaba el rato se iba sintiendo más cómodo, hasta que, de pronto, se dio cuenta que nadie lo conocía, que no conocía a nadie y que a nadie parecía importarle lo que pensaran aquellas personas anónimas.

Y por fin, se sintió libre. Por fin podía ser quien era, por fin podía bailar o no, flirtear o no, ser amable o desagradable, beber o no, reir o no, llorar o no. No había una cámara indiscreta, un qué dirán y, lo más importante, la autocensura que siempre le acompañaba se había quedado en la puerta.

Sonreía y hablaba sin ser nadie y siendo, por una vez, un todo auténtico, tal cuál, sin conservantes ni colorantes.

Pasaron las horas sin que se diera cuenta, entre música, miradas, besos, chistes, bailes y copas.

Y, de pronto, una de las cintas se rompió. La máscara cayó al suelo y se rompió en pedazos, como su libertad. Abrió los ojos como platos, aterrado.Miró a un lado y otro y salió corriendo, dejando con la palabra en la boca a aquéllos con los que conversaba y la incredulidad dibujada en los labios de la chica que lo abrazaba.

Unas calles más allá se paró ahogado. Miró a su alrededor y se dio cuenta de que era un cautivo de su propia vida.

Empezó a llover y las gotas se mezclaron con sus lágrimas de preso en su galera de cristal.

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