El otoño me sienta mal, tan mal como perder el poco bronceado
que me quedaba. Me veo pocha en el espejo, como un árbol que amarillea.
Será por eso que en un año de demasiados “adiós”, la morriña
hace mella en mi ánimo con más facilidad.
Bastaron tres conversaciones para que hoy añore con toda mi
alma el olor a sal.
Sería muy injusto decir que mi humor de otoño es culpa de Madrid y más aún no valorar a mi “familia”
elegida en la capital que están ahí y a los que quiero mucho. Tampoco sería justo
menospreciar la vida de las calles madrileñas, los parques, los museos y los contrastes
de lo castizo con las protestas, del rancio abolengo con los barrios más pintorescos.
Como todos los sentimientos, son cosa de uno mismo. Y yo hoy
añoro “casa” y ese hogar, esa una combinación
extraña de espacio, costumbres y, sobretodo, de personas.
Hoy noto la soledad de las ciudades de paso, de los que se fueron
porque estaban por un tiempo aunque para mi sean para siempre, de las épocas mejores
o quizás, idealizadas.
Hay noches que el silencio de casa, solamente roto por el rum-rum
de la lavadora a lo lejos y las teclas del ordenador bajo mis dedos, hace eco en
mi pecho.
Hoy es uno de esos días.
3 comentarios:
El frio del otonyo recorre la espalday hace aun mas necesarios los abrazos, ahi va uno bien fuerte
Gracias blondie. Hoy me hacia falta. Un beso
Gracias blondie. Hoy me hacia falta. Un beso
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