2007/09/09

Por un trago

Se levantó, fue al lavabo, se mojó la cara. Hacía calor. encendió un cigarrillo y abrió una cerveza.
No tenía hambre, sólo calor, así que no desayunó y se fue a la ducha.
El agua caía por su espalda. Seguía teniendo calor.
Tras vestirse abrió otra cerveza. Cuando se la acabó, fue por el periódico y el pan.
El día de primeros de setiembre era radiante, sin una nube y con un grado de humedad alto.
Al salir de la panadería seguía teniendo calor y sed. Se sentó en un bar, pidió una cerveza y empezó a leer el periódico.
Dos cervezas después era hora de volver a casa, hacer algo para comer y dormir un rato.
Comió una ensalada u un poco de lomo. No tenía hambre.
El vino lo llevó hasta la modorra y ésta hasta una siesta de varias horas.
Se levantó con algo de dolor de cabeza y mucha sed.
Mientras miraba sin mirar la televisión se tomo otras tres cervezas y se acabó la botella de vino con la cena ligera, de huevo frito y un tomate frito.
Y tras fregar los cacharros y tomarse un carajillo se fue a dormir.
Otro día más, sólo, vacío y alcohólico, de los que a él le gustaban, sin que nadie se metiera en su vida, con las horas llenadas a golpe de botella.

* este post va dedicado a aquellos que sufren a un alcohólico, aquellos que los han sufrido, aquellos que los han perdido y a los que se pierden, pero especialmente a los que lo superan, porque son pocos, muy pocos.

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